Madre Ascensión Nicol Goñi
Una mujer que deja su tierra y seguridades
“No sentí grandes entusiasmos…sólo una fuerza irresistible me llevó a ofrecerme…”
Ascensión Nicol tenía cuarenta y cinco años cuando acoge el desafío misionero planteado por Monseñor Zubieta de ir a las misiones en la selva peruana y así poder aportar sus dones y vasta experiencia en favor de la educación y formación de las mujeres y niñas de la selva. El contexto al cual se enfrentaría sería totalmente diferente al del colegio de Huesca, sin embargo su profunda fidelidad, su espíritu inquieto y atento a lo que Dios quería de ella le impulsó a ofrecer su vida a la causa del Reino.
Una mujer que se atreve a entrar en la selva peruana
“Hemos experimentado durante el viaje grandes consuelos, sobre todo al considerar que éramos las primeras mujeres que los recorríamos…”
Ascensión Nicol junto a Aurora Ardanaz y algunos hermanos dominicos luego de múltiples dificultades, inician la travesía que duraría casi un mes y que las llevaría a la tan anhelada misión. Ni los caminos difíciles y peligrosos, ni la altura y el frío de la montaña, ni los viajes por el río en frágiles canoas, las amedrentaron, al contrario fortalecieron su deseo de llegar a su destino. Ascensión convirtió la ruta misionera en oportunidad de contemplar la presencia de Dios en la belleza del paisaje y su corazón se ensanchaba al experimentar los primeros encuentros con los habitantes de los pueblos que atravesaban.
Una mujer que comparte su vida con los pueblos originarios
“El 24 de Octubre se nos murió una mujer de la tribu de los Machiguengas, madre de una niñita que tenemos en el internado”
Ascensión Nicol junto a sus compañeras poco a poco van entrando en la vida de la selva, visitan a las familias, llevan remedios a los enfermos, instruyen a las mujeres en las faenas de la casa y las instan a que envíen a sus hijas a la escuela. Sienten una profunda compasión por la pobreza que sufren los nativos y por la situación de abandono por parte de las autoridades. Solidariza con las denuncias que hacen los dominicos frente a los atropellos e injusticias de las que son víctimas las comunidades a manos de los caucheros.
Una mujer que experimenta a Dios en la misión vivida en medio del pueblo
“Nunca me he sentido tan cerca de Dios como en los diez y seis meses de Selva, y es cuando con más claridad he conocido que el Señor no se deja vencer en generosidad”
Ascensión se abre a una nueva espiritualidad, experiencia que fundamenta sus opciones, sueños y sacrificios. Experimenta a Dios muy profundamente en la vida misionera, es capaz de descubrirlo presente en todos los acontecimientos, en la cruz y en la Pascua. Su vida fundamentada en Jesús nutre su predicación, su fidelidad a la Palabra. Su confianza en Dios la hace fuerte y paciente para enfrentar las tempestades y cruces que encuentra en el camino, las adversidades en la misión y la incomprensión.
Una mujer que cree en las mujeres y las educa
“Hoy acaban de traerme una niña de Río Piedras y me anuncian otra más, que ya forman una buena aunque abigarrada clase”
Ascensión educadora por vocación, desea que las niñas de la selva reciban una buena educación por lo que logran adecuar un internado. Empieza las clases con 23 niñas provenientes del pueblo y de las chacras vecinas. La Madre despliega todos sus conocimientos y dotes para formar bien a sus alumnas porque tiene la certeza de que la educación es el camino de la transformación. Ella es testigo de la marginación de las mujeres y la falta de conciencia de su formación.
Una mujer que gesta un nuevo proyecto
Ascensión junto a Monseñor Zubieta deciden fundar una nueva Congregación, cuyo nombre sería Misioneras Dominicas del Santísimo Rosario, así el Carisma suscitado por el espíritu, de evangelizar a los más abandonados y necesitados de instrucción cristiana tendría continuidad.
Una mujer que traspasa fronteras
“… a pesar de todo no sé qué especie de bienestar y consuelo se siente en China, que una no quisiera salir de ella”
Ascensión tiene una mirada amplia y su horizonte misionero no tiene límites, por lo que asume el desafío de fundar una comunidad de Misioneras en China, acompaña a las dos hermanas que serán responsables de la misión y les transmite su experiencia y fortaleza frente a las adversidades.
Una mujer humana, comunitaria y fraterna
“Aspiro a hacer felices a los seres que en mutua unión han de vivir conmigo”
Ascensión se distingue por su trato amable, paciencia y delicadeza con las hermanas con quienes convive. Es gestora de una comunidad en la que se respiraba la unidad y la sencillez, estas actitudes fundamentales traslucían su coherencia y urgencia en la construcción de relaciones maduras que estimulaban su entrega misionera.