“EL LAVATORIO”
- Hnasmdro
- agosto 16, 2021
- Experiencias MDR
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¿Qué significa para mi todo esto? El lavatorio, para una asiática como yo, ha sido siempre un importante acto de la Semana Santa, un ritual casi inolvidable e indispensable en la parroquia de mi nacimiento como en la Iglesia universal. No tenía idea de las costumbres europeas o de interpretaciones culturales de todo que expresa el acto de “lavatorio”, porque en Asia es “besar la mano” como acto de amor, respeto y reconocimiento de la persona que estimamos, aceptamos y consideramos digna de nuestro afecto incluso nuestra obediencia.
En mi niñez, el Jueves Santo celebrado dramáticamente, con más luces y se resaltan los colores en vestimentos del celebrante y de los “seleccionados 12” apóstoles para la misa, con altares bonitos, cantos sentimentales y profundos. Pienso que, no comprendía de la liturgia por muchos años y es cierto que esto, tiene que ser algo más por todo los que implica un Jueves Santo en la Iglesia. Que la incomprensión lleva un gran peligro a cualquiera cosa importante, como de dar el respeto y amor que la Eucaristía nos invita.
En Juan 13,1-15, se encuentra la misma confusión que tenía Pedro, sentir indigno sobre el Maestro lavando los pies de sus discípulos… ¡Que gesto tan profundo y tanto acto de amor para los “pequeños” de aquella sociedad y época! En la Eucaristía, el arzobispo de Madrid centraba en la implicación de los pies… “que sostiene nuestro cuerpo”, que mantiene nuestro ser en el camino de la vida.
A mí, me invita ver más de lo que oí y leí sobre este acto de Jesús con sus discípulos. Me lleva a una vía a indagar más: ¿qué significa para mí el lavatorio del Señor en la Ultima Cena? Esto tiene que ver no por el estatus de “Maestro-discípulo”, para mí, es el gesto de afecto que quebranta muralla y derrumba fronteras entre personas. Esto es, gesto de intimidad, de apreciación, bondad, perdón y ternura que solo Dios es capaz de penetrar en nosotros. Es una puerta a la que las palabras sobran, que el silencioso gesto es verdaderamente la cura para nuestras heridas, que el toque con cariño penetra hasta el alma. Nos hace volver a las caricias de Dios en la soledad, en los momentos difíciles que gritamos en silencio frente al sagrario, que nos buscamos auxilio en la noche de nuestra fe…es allí, es cuando encontremos respuesta desde nuestros delirios, nuestras confusiones de la vida y momentos en que los hombres son incapaces de llegar ni comprender. Dios, siempre es él que nos busca y hay veces, buscamos a Él en las horas difíciles de dar razón, sentir cerca en el silencio, en el interior del corazón a pesar de la incertidumbre e incomprensión.
Nuestra experiencia humana, nos da idea para cómo interpretar este gran gesto de amor de Jesús a los discípulos. Todos, sabemos que es esto de tener un amigo y despedirse de él o que despide de nosotros. Todo lo que involucra la partida marca un punto importante en nuestra propia historia. Volviendo al gesto de lavatorio, Jesús despide de sus amigos… Para Jesús como “uno de los nuestros”, el hecho de ceñir una toalla, arrodillar, lavar los pies puede dar sentido de agradecimiento por haber estado con El hasta aquel momento, creer en El y seguirle por los caminos. Podemos confiar que Jesús, hizo por haberles conocido cuando esos pies caminaban y trabajaban con El, tanto en los montes de oración como en la vida pública. Es su alegría de tener amigos, de compartir su gozo y sus momentos de prueba hacia el final.
Vemos que Jesús, de una forma personal toco los pies como son, hizo memoria con gestos de cariño a cada uno de sus amigos para que ellos serán fortalecidos en la promesa de su presencia y animarlos en el camino. El, cuenta y confió a estas personas para que el sueño de Dios puede realizar y ser continuada. Los Doce también, dudaron y fallaron como casi todos, pero, hacia al final de la vida, compartieron en la copa de Jesús. Ellos, vivieron sus vidas con humildad, su confianza puesta en Dios, vida de servicio sin medida, una entrega total por el Reino.
MVPR