RECUERDOS SOBRE NUESTRO PADRE FUNDADOR: MONSEÑOR RAMON ZUBIETA Y LES
- Hnasmdro
- enero 19, 2021
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Al ingresar en la Congregación en octubre de 1949, tuve la suerte de encontrar personas que habían conocido a nuestros Padres Fundadores y que se esforzaban por compartir sus experiencias con las nuevas vocaciones de la Congregación.
Una Hermana fundamental, en esta información, fue la M.Teresa Lázaro, la cual, con gran cariño hacia los fundadores, transmitía con entusiasmo y amor hacia ellos, lo que había compartido con los mismos.
Recibíamos también la visita del P. Osende quien comunicaba la veneración, el cariño y el recuerdo de nuestro admirable P. Fundador “Un coloso en las dificultades y un corazón de Niño en sus relaciones”
En esa época, vio la luz la biografía del “P. Zubieta, escrita por el P. Wenceslao Fernández, compañero infatigable de Mons. Zubieta en la selva amazónica, nos la leían y comentaban con entusiasmo especialmente quienes conocieron y admiraron los valores de su persona.
A los tres años de mi llegada a Perú, en el año 1959, 38 años después de la muerte de Nuestro Padre Fundador, fui, destinada, a la comunidad Santa Rosa de Huacho, allí encontré hermanas mayores que habían conocido a Mons. Zubieta las cuales, hablaban de él con verdadera admiración, gratitud y cariño, alababan su grandeza de espíritu, y su gran amor a la Congregación recién fundada. “Mons. nunca escatimó sacrifico alguno en bien y para el bien de las hermanas”.
Una de las primeras alegrías que recibí, al poco de llegar fue, que me llevaron al cuarto donde murió nuestro Padre con sólo 57 años, a los tres años de fundar nuestra Congregación.
Había viajado de Lima a Huacho para inspeccionar las obras que estaban realizando en la construcción para el nuevo noviciado de Perú; tenía conocimiento de que no respondían a lo que él había ordenado. Al llegar, habló con los Sres. Pitaluga y Figueroa hombres de su confianza, (a quienes con el tiempo pude conocer) Estos ordenaron la demolición para satisfacer los deseos del Sr. Obispo.
Mons. deseaba que las obras fueran de cemento y encontró unas obras muy pobres y muy rústicas, de adobe cuando él quería fueran de cemento; en una de aquellas habitaciones de unos 3,50 metros de largo por 2,50 de ancho, con una pequeña ventana alta para la ventilación, es donde recibió los Santos Sacramentos y la última llamada del Señor el día 19 de noviembre de 1921.
Las visitas de las hermanas a esta estancia eran continuas, para reflexionar en el silencio y pedir al Señor por el Padre, recordando su cariño y esperando que, como Ntro P. Santo Domingo “desde el cielo nos sería más útil” Orábamos y recordábamos el sacrificio de su vida entregada “al bien de las almas” su gran espíritu misionero ,pidiendo nos concediera mantener en la Congregación ese espíritu que tanto deseaba para nosotras, cuya obsesión era “Salvar almas para Cristo”, a la vez pedíamos el aumento de vocaciones que pudieran realizar sus deseos, misioneras entregadas a la propagación de la fe, ayudando a la formación de la mujer y a los más necesitados.
Así lo vemos expresado en una carta escrita por él, al P. Sarasola el 10 de noviembre de 1921, pocos días antes de su muerte: “Cuanto diera yo por tener pronto personal para llenar las necesidades del Perú, de Centroamérica, y del Sur, y que después fueran jóvenes bien formados, de verdadero espíritu religioso y misionero a las misiones de Oriente, China y Japón.
Por lo que respecta a las misioneras, tengo mucha fe en la educación que dan a las jóvenes en esa casa-Noviciado de Pamplona…Espero que podamos mandar una legión de apóstoles por toda la América y Asia.
Yo, que conozco lo poco que he hecho por la salvación de las almas, deliro de entusiasmo con ver doscientos religiosos bien instruidos y fervientes misioneros, llenos del espíritu de Nuestro Padre Santo Domingo, que funden veinte casas en las que se salven miles y miles de almas…
Será algo parecido a chifladura, porque creo que la salvación de la fe religiosa en Perú… y en todo el mundo está encomendada a las misioneras hasta cierto punto, más que a los misioneros, aunque nada podrían hacer sin estos”
Hoy día, del cuarto donde murió, no queda nada, en el terremoto de octubre de 1964 quedó completamente destruido, así como la capilla en cuya construcción trabajó con tanto entusiasmo.
En marzo de ese año, fui destinada a Piura y cuando supimos la hora del terremoto 4,30´de la tarde, me asusté pensando era la hora, del mes de octubre, en la que, todo el colegio, rezaba el Rosario ante el Santísimo; pero la Providencia estaba con nosotras, el capellán avisó que ese día se adelantaba la exposición, porque él, no podía ir a a la hora de siempre; en el momento del terremoto, todas las alumnas habían adelantado la salido del colegio, evitándose un gran desastre.
(Ciertamente que el Señor acogió a una niña pequeña, hija del Dr. Murphy que había regresado a recoger sus útiles en el momento del terremoto.)
Demos gracias a Dios por tan gran Padre y pidamos que su espíritu misionero se haga realidad en todas y cada una de las hermanas de la Congregación.
Hermana M. Pilar Garrués
Madrid