Jesús no se presentó como rey y cuando le pusieron el letreo de rey en la cruz fue para burlarse de él. Lo que hizo Jesús fue proclamar el Reino de Dios, un reino donde entran los excluidos y quedan fuera los considerados buenos.
No se trata de preparar un reino PARA Dios, sino un reino que es Dios en nosotros, un reino de amor entre todos. Dios no necesita TENER un reino de amor, Dios ya es amor pleno. Este reino lo tenemos que hacer nosotros y nace del encuentro profundo con Él en el fondo de nuestro ser. Un reino de personas con actitudes y acciones que generan vida.
Cuando buscamos la paz, la armonía, el equilibrio y creamos un ambiente envolvente de vibración alta y energía positiva que nos lanza al encuentro con los demás, eso es el Reino de Dios.
No tenemos que esperar ningún juicio de fuera porque en la medida que hacemos el bien, nuestro corazón se alegra y cuando actuamos diferente, la tristeza profunda se apodera de nosotros.
A Dios no le podemos servir en nada, si queremos servir a él tenemos que hacerlo en nuestros hermanos, los más necesitados. “Tuve hambre y sed y me distes de comer y de beber”.