CONFINAMIENTO Y UN REGALO: LA ESCUELA DE LA ATENCIÓN A LAS HERMANAS

¡Seguro que más que nunca, nos hemos mirado, escuchado, cuidado…, ganando el tiempo perdido, que bien! ¡Dios es bueno! Si atender unas a otras ha sido más intenso en esta pandemia, todavía lo diríamos para nuestras hermanas mayores y/o enfermas. Cuando hablo de mayores, tengo que precisar que soy en África donde la esperanza de vida, alrededor de los 40 años, hace que pasar esa edad es una suerte, pasar después los 50 es como ganar un premio, a partir de los 60 ya tienes el estatuto de mayor, cuando llegas a los 70, ya se vive los años como “prima”. Pues, en nuestra Provincia, muy joven, dentro de las africanas nuestra primera hermana mayor es la Hna. Regina; agradecemos mucho a Dios de la vida que le regale tantos años y esperemos que así, seguimos disfrutando de su presencia que es de santa hermana, eso conocido de toda la Congregación. Su salud ha tenido un tiempo de fuerte crisis justo en esta temporada de confinamiento, la pobre, desde entonces, está pasando una verdadera vía crisis. Un acontecimiento que nos ha planteado delante de muchos desafíos:

  • Valorar el sistema de salud del país. Como en África en general es muy débil; no es por falta de recursos humanas, no. Ya sabemos que muchos hijos e hijas del continente son expertos fuera de sus países. Pero, algunos, más atrevidos, importan la experticia y la tecnología del occidente al beneficio de sus hermanos aquí, como esa pareja dueña de la fundación donde se cuida, nuestra hna. Regina.
  • La modernización (en el sentido de plataforma técnica) de las estructuras de salud existentes a nuestro cargo o crear nuevas donde los más pobres, entre otros nosotras, puedan beneficiar de tratamiento de calidad. Los ricos van en Europa, ¿y los pobres? a morirse.
  • La seguridad de salud existe en teoría en nuestros gobiernos, la realidad es otra, no tenemos seguros a nivel del estado y eso no nos favorece para nada. Dentro de las Asambleas de Superiores Mayores de nuestros países, han discutido de muchas iniciativas en conjunto en este sentido; a lo mejor es tiempo de tomar lo en serio y comprometerse con una u otra.
  • La tradición: como muchas cosas en África, cuidar a las personas mayores tiene también sus “tabús” por ejemplo: para los cuidados íntimos no puede ser sus propias hijas si no sus hermanas en unos pueblos y en otros eso les toca a las pequeñas hijas. ¿Qué sentido tiene eso en la fraternidad que queremos construir? Habría que plantearlo bien.
  • La organización: la guardia de nuestra querida hna. Regina desde enero del presente año entre hospital y casa nos ha hecho aprender a organizarnos en un proyecto común ejercitando las virtudes necesarias para eso; todo eso sin la presión de otras tareas ordinarias. Yo me decía dentro de mí: ¿Qué cosa? Aquí toda la juventud para una, que contraste con nuestras hnas. en Zaragoza, Pamplona, Huesca… Con esa experiencia, mejor, pienso, podemos entender la llamada a esta misión de atender a nuestras hnas. mayores en otros lugares de la Congregación.
  • Recursos humanos: dentro de las ramas de formación profesionales en la salud existen también especialidades para el cuidado de las mayores como donde ha estudiado la joven Dulecine, una Postulante en Yaoundé. Son cosas a pensar con la riqueza de profesas que tenemos.
  • Escuela de sabiduría: el tiempo que pasamos al lado de nuestra querida santa es de toda una escuela de resistencia en frente del sufrimiento que pasa a veces por dolores insoportables. En todos los lugares donde su salud la lleva, siempre agarra su pequeño bolso negro donde además de máscaras, tiene su rosario, su misal diario, su breviario, su teléfono para entre otros seguir su radio preferida: Radio María; así, se empeña a guardar el contacto con Dios con todas sus fuerzas y cariño. ¡No le falta el buen humor, nos sorprendemos de vez en cuando riéndonos a carcajadas! ¿Y cómo se preocupa de las demás hermanas? Pregunta siempre por cada una y sobre todo para sus preferidas, las jóvenes en formación. ¿Y nosotras? Es el tiempo de prepararse para esta etapa de vida si ganamos el premio.

Demos gracias al Señor por el regalo tan bonito de la vida, la que nace, la que crece, la que madura, aprendiéndonos a cuidarla, especialmente en sus momentos de fragilidad en los que pasamos cada una. Demos gracias a todas las hermanas mayores y/o enfermas por ofrecer cada día sus sufrimientos para la fecundidad de nuestro apostolado; como olvidar todas las hermanas que de lejos como de cerca, sobretodo nuestros consejos, general como provincial, que luchan para mejorar siempre la calidad de vida de las hermanas, especialmente de las que sufren y/o las mayores.

Carine Wanko, Kinshasa

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