Se nos presenta una encrucijada: ¿Cómo armonizar la predicación y la práctica de Jesús con la ley? Siempre resulta complicado cuando tenemos que ir más allá de lo conocido y acoger lo nuevo sin destruir lo que ya tenemos.
Para los judíos, esto, tuvo que ser muy difícil, muchos años después de la muerte de Jesús seguían en el dilema de si circuncidar o no, si comer ciertos alimentos, si guardar el sábado, etc.
Nosotros hoy aún seguimos en este dilema, porque hemos asumido lo que dice la Biblia al pie de la letra, y nos olvidamos que es Palabra de Dios, pero también palabra humana; por lo tanto, no es definitiva ni perfecta. Dios no dejó nada escrito, Jesús tampoco. Recordemos que lo primero que se escribió del Nuevo Testamento fue alrededor del año 50 después de la muerte de Jesús.
¿Cómo conocer entonces la voluntad de Dios?
Nos toca bajar a lo hondo de nuestro ser, siempre está ahí su voluntad, ahí nos está diciendo lo que espera de nosotros.
¿Qué significaría entonces cumplir la ley?
El objetivo de la ley de Dios sería el cambio profundo de nuestro ser, hasta adecuarlo a lo que Dios espera de nosotros.
“Jesús no fue contra la ley, sino más allá de la ley”.
Asimismo, más importante que nuestra “relación” con Dios, es nuestra relación afectiva con los demás.