Vivir soñando despierta (PERÚ SUR)

Compartimos con ustedes desde la comunidad de Quillabamba, desde lo vivido, lo escuchado y lo experimentado con mujeres matsiguengas en la Parroquia de Ivochote, por la Hermana Ester Rojas Natividad.

Hace 13 años que trabajo con grupos de mujeres matsiguengas que viven en la zona del Alto y Medio Urubamba en la Provincia de La Convención – Cusco

En la actualidad la mayoría de las mujeres matsiguengas sueñan con ser “alguien” en su comunidad, es decir, aspiran a ser reconocidas dentro de ella. Buscan conseguir trabajo, participar en proyectos que el municipio provee, desean mejorar las condiciones de vida familiar y poder dar estudios a sus hijos.

Todavía arrastran situaciones de marginación, que les hace tener una presencia pasiva en reuniones, asistir obligatoriamente a las asambleas, y levantar la mano en alguna toma de decisiones… pero, no están “empoderadas” con autonomía y corresponsabilidad real en la toma de esas decisiones. No son todavía agentes directas de transformación porque siguen siendo los varones quienes tienen la palabra decisiva.

Y están las ancianas…  Son ellas, las verdaderas transmisoras de la sabiduría ancestral, en el conocimiento de las plantas medicinales, ritos de sanación, control de la natalidad, de la búsqueda del equilibrio entre los seres humanos, la naturaleza y tastorintsi. A ellas debemos prestar una atención especial como Iglesia; es con ellas, que podemos aspirar a rescatar su identidad Matsiguenga. Las necesitamos como transmisoras de sabiduría, de valores, de capacidades de discernimiento, de búsqueda de nuevas formas de evangelización frente a las grandes amenazas que vienen sufriendo las nuevas generaciones, las adolescentes, el grupo más vulnerable, a mi parecer, en el contexto actual. 

La mayoría de las adolescentes, después de terminar sus estudios de primaria, algunas de secundaria, migran a las ciudades a buscar mejores oportunidades de vida. Algunas encuentran trabajo aceptable, otras, caen en manos de traficantes: son sometidas a una esclavitud laboral trabajando muchas horas y en diversidad de tareas bajo un salario insignificante. Son víctimas de la trata de personas, quedando expuestas a contraer enfermedades del VIH; drogadicción y arruinando su futuro.

¿Y es que para ser “alguien”, para salir de la pobreza, del olvido y la marginación, el costo debe ser el desarraigo cultural, el llegar a avergonzarse de ser mujer matsiguenga?

Sueño con ver a estas mujeres participando activamente en las organizaciones, plenamente reconocidas en el ejercicio de su capacidad de liderazgo; sueño con una Iglesia que ayude a que los gobiernos locales y otras instituciones se comprometan con esa búsqueda de una vida digna para ellas.

Y los sueños se van convirtiendo en realidad, porque hay ya mujeres que tienen un futuro esperanzador, siendo sustento de sus familias, promoviéndose y sabiendo decir su palabra. Abrigamos también la esperanza de que el Sínodo amazónico actualmente en realización, confirme y dé base a nuestros sueños y podamos participar plenamente del proyecto eclesial de SER una Iglesia en salida; pero una Iglesia que sale con los brazos y el corazón abiertos, dispuesta a compartir Vida y Misión con las hermanas y hermanos hoy marginadas; para ir conformando entre todos y todas una Iglesia amazónica. Donde Dios, reinicie su creación.

 

Ester Rojas Natividad

Quillabamba

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