Pensé en todo el cielo azul de mi pós-noviciado, que la experiencia de vida comunitaria y la misión me reservaban. Y me alegró mucho saber que tendría que hacer el Juniorado Intercontinental. A partir de ese día, no podía esperar para ir allí a pesar del proceso de espera del viaje.
Este comienzo no me impide decirles, queridas hermanas, que estoy muy contenta por esta oportunidad que la Congregación me brinda de experimentar, vivir y consolidar mi espíritu misionero. Mi encuentro con otras culturas es una gran aventura, una riqueza, una oportunidad… Dame una mano segura y fuerte para seguir el camino hacia el mundo.
Lo asombroso es que formamos un grupo de junioras de ocho nacionalidades, todas ajenas a todo, al idioma y al entorno. Y poco a poco, nuestro español se va consolidando a partir de nuestros gestos y de la mezcla de nuestros diferentes idiomas: inglés, francés y portugués. Pero esto no nos impide vivir, florecer, comunicarnos, intercambiar ideas, etc. y gracias a nuestras acciones aprendemos a hacer de todo, vida y misión.