Mi experiencia de 30 años en educación en Monte Plata, República Dominicana

Para compartir sobre mi experiencia en la tarea de la educación tengo que remontarme a los orígenes.

Si hace 40 años alguien me hubiera dicho que trabajaría en educación no lo habría creído, pues no era mi inclinación. De hecho, mis primeros años de misión fue en las áreas de promoción de organizaciones campesinas y en salud, y para eso me había preparado.

Cuando llegamos a Monte Plata, (tercera provincia más pobre de República Dominicana) comunidad que fundamos Carmen Cuadrado, Humbelina Pérez y una servidora, encontramos como mayor necesidad la promoción de la mujer e iniciamos el trabajo en esa área y otras pastorales de la parroquia. Pero la gente del barrio nos presentaba la urgente necesidad de una “escuelita”, pues muchos niños/as se quedaban sin escolarizar por falta de espacio en la única escuela estatal del pueblo. Reclamo al que no podíamos dar respuesta pues no contábamos con los recursos para tal proyecto, así que era imposible albergar la esperanza en esos papás y mamás preocupados por la educación de sus hijos.

Por casualidad entramos en contacto con un industrial, hombre sensible a las necesidades de la gente, que se ofreció a buscar recursos para construir las aulas que pudieran acoger a esos niños sin escolarizar. Inmediatamente organizamos a la gente de las Comunidades cristianas y a las familias que necesitaban la escuela e iniciamos los primeros trabajos, en donde todos aportaban en lo que podían. Para que los niños no pasaran otro año sin escuela, la Parroquia prestó dos salones e iniciamos las clases con 100 niños/as de 1° y 2° de Primaria, con la idea de que se trasladaran a la nueva construcción una vez terminada.

Una triste noticia nos dejó perplejas, ¡el amigo industrial fallece junto a su familia en un trágico accidente! ¿Qué haremos ahora? ¿Cómo decirle a la gente que había que parar el proyecto?

Nos invadió una gran sensación de desamparo e impotencia. Pero, como reza el dicho “si se te cierra una ventana, Dios te abre una puerta”, lo comprobamos cuando recibimos respuesta de Manos Unidas, a quién habíamos recurrido solicitando ayuda tras el fracaso vivido, y la respuesta fue sorprendente: en menos de tres meses teníamos la primera partida de fondos, e incluso nos sugirieron que solicitaramos un proyecto más amplio del que humildemente teníamos pensado.

Así poco a poco llegamos a construir 13 aulas y un salón de actos, que acogían a 900 niños de Primaria. Conseguimos la oficialización de la Escuela, lo que facilitó el nombramineto de maestros/as y demás personal. La matrícula iba creciendo, todo el mundo quería (y quiere) tener sus hijos en nuestra escuela, por lo que se hizo necesario solicitar al gobierno la construcción de más aulas y extender la educación hasta el último año de la Secundaria. Solicitud que fue aceptada y se añaden 8 aulas más al proyecto, por lo que la población estudiantil pudo llegar a los 1,300 alumnos/as desde nivel inicial hasta finanlización de secundaria.

Personalmente, en los primeros años mi apoyo era más bien logístico, pues no estaba preparada en Educación. La mayor carga la llevaba Carmen Cuadrado, quien fuera la que impulsó e hizo realidad el Proyecto. Pero, ante la necesidad, una misionera no puede mirar a otro lado, ni dejarse llevar por “lo que me va o lo que me gusta”, y así fue como empecé a asumir responsabilidades en la Educación e ir adquiriendo la preparación académica para esa tarea. Mi aporte fue principalmente en las áreas de Formación Humana y Religiosa y en Orientación. La única experiencia que tenía era en la formación a las mujeres de los centros de promoción, y aunque daba clases a los muchachos más grandes, sin embargo era algo nuevo para mí y a base de tropezones fui aprendiendo.

En el 2005 fallece Carmen, algo inesperado y una pérdida que nos dejó un gran vacío. Ella llevaba la dirección general del proyecto y aunque yo era su apoyo, nunca imaginé que tendría que asumir su rol. Un gran reto para el que no me sentía capaz. Pero con la ayuda de Dios, lo aprendido de Carmen y el apoyo de Humbelina y de todos/as los/as maestros/as me embarqué en esa nueva misión.

A partir de ese momento mi mayor empeño fue crear una dirección colegiada, descentralizando mi función y haciendo que el personal docente se empoderara de la responsabilidad en la marcha de la Escuela. Con los nuevos tiempos, empiezan también cambios en el sector educativo, a los que hay que hacer frente. Entre ellos está el plan de Jornada Extendida, para lo cual se necesitan el doble de aulas, ya que antes, los estudiantes estaban divididos en dos tandas, unos por la mañana y otros por la tarde. Para este plan, el Ministerio asignó un presupuesto para la ampliación de los planteles escolares, en lo que fuimos incluídos, y desde el pasado año ya estamos trabajando en la jornada extendida, en donde los 1.300 alumnos están desde las 7:30 a.m. hasta las 4 p.m., con desayuno y comida incluídos proporcionados por el gobierno. También aumentó el número de maestros/as y demás personal y lo que en los orígenes sería un “escuelita” se ha convertido en el mayor Centro Educativo del pueblo, con una calidad de educación comparada con los mejores Colegios del país.

Entre los factores que han ayudado y ayudan al desarrollo del Proyecto podemos citar: el apoyo de los padres/madres que están muy integrados en el proceso educativo; el personal docente, que se sienten identificados con nuestro Carisma y un grupo de ellos son laicos misioneros dominicos; nuestra presencia como Misioneras Dominicas, que ha impregnado el proyecto de nuestra espiritualidad desde los inicios; y como un gran aporte al seguimiento de nuestra misión educativa, la inclusión en el Proyecto Educativo Continental de las Misioneras Dominicas del Rosario, que es un soporte para dar continuidad al gran desafío que hoy supone le educación de niños/as y jóvenes que queremos sean los líderes transformadores de la sociedad, desde los valores del Evangelio.

Concluyo diciendo:

“Desde la Escuela evangelizamos y somos evangelizadas”

Tere Pagán

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