La Misión, un encuentro con Dios en los pequeños y en los olvidados


“Lo que hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron” (Mt. 25: 40)
Estos fueron el lema y el Evangelio que me acompañaron durante mi misión en Perú, precisamente en el departamento de Lambayeque provincia de Chiclayo.
Con esta experiencia, diría que la misión no es solo un momento de servicio, sino un camino de encuentro con Dios en los rostros concretos de las personas. Al recordar mi paso por la parroquia San Pedro en Lambayeque, ví que cada experiencia fue una escuela de fe, amor y entrega. Trabajando con los niños adoradores, acompañando una viejita abandonada y compartiendo con los alumnos del colegio, descubrí que la misión es un reflejo del amor de Dios que se hace presente en lo cotidiano.
Adoración y escucha: dos pilares de la misión
En la adoración con los niños, no solo les enseñamos a estar ante Jesús en el Santísimo, sino que aprendimos juntas/os a estar con él en la realidad. En ese espacio de silencio y oración, descubrimos que Dios se deja encontrar en la sencillez de los pequeños, en su alegría y en su fe pura. Compartir la palabra de Dios y profundizar los temas de catequesis y moral me llevó a entender que la misión no se trata solo de enseñar, sino de dejarse transformar por el Evangelio. Junto a los niños, la adoración me formó en la paciencia, en la gratitud y en la confianza en Dios. ¿Cuántas veces, como adultas/os, nos cuesta detenernos a escuchar a Dios?
Acompañar el dolor, sostener la esperanza
En la misión Dios nos lleva a los lugares donde más se necesita su presencia. Acompañar a Teresita, no fue solo estar con ella físicamente, sino entrar en su historia, escuchar y sentir su dolor, sostener su esperanza. Muchas veces, el mayor acto de amor no es hablar, sino simplemente estar. Jesús, en su ministerio, se acercó a los más heridos, a los que la sociedad ignoraba. Acompañar a esta mamá fue encontrarme con Cristo en su sufrimiento, pero también en su capacidad de seguir adelante. La misión no siempre se vive en grandes eventos, a veces se da en la decisión de quedarse al lado del que sufre, en compartir la carga de alguien que siente que camina solo.
La escuela de la vida: la misión entre los jóvenes
Pasar tiempo en el colegio fue otra oportunidad para aprender de la misión. No se trata solo de ayudar en la disciplina, sino de acercarme a los alumnos, de escucharlos, de compartir con ellos. Muchas veces, los jóvenes buscan alguien que los mire con amor y les recuerde que su vida tiene valor. La misión entre ellos fue construir pequeños puentes, ser testigo de que la fe no es sólo doctrina, sino cercanía, encuentro y vida. En cada mirada atenta, en cada conversación, en cada sonrisa que brotaba después de una palabra de aliento, comprendí que la misión no sólo transforma a quienes servimos, sino que nos cambia a nosotras mismas.
Salir al encuentro de otra/o
La misión no es exclusiva de unos pocos, es un llamado para todos/as. Allí donde estemos, siempre habrá alguien esperando una palabra, un gesto de cariño, una presencia que sostenga. Jesús nos envió a ser luz en el mundo, a hacer presente su amor en cada espacio donde nos encontramos. Hoy, quiero invitar a quienes lean esta reflexión a preguntarse: ¿A quién puedo escuchar? ¿Dónde puedo llevar esperanza? ¿Cómo puedo hacer presente a Dios en mi entorno? La misión no siempre está en un lugar lejano, a veces está más cerca de lo que imaginamos, en las personas con las que vivimos, en quienes cruzamos cada día. Dios nos llama no solamente a salir fuera al encuentro, sino también a salir de nosotras mimas, a estar con nosotras mismas, con los pequeños, con los que sufren, los jóvenes que buscan sentido. La misión es un regalo que nos cambia la vida, porque en ella descubrimos que el amor de Dios se hace carne en cada encuentro.
MAYEMBA NSEMA CHANCELINE