Carta N°1 a Jesús sobre mi Acompañamiento Espiritual

Querido hermano Jesús de Nazaret, estoy encantada de saludarle.  Mi nombre es Teresa Ngoie Mbula, soy religiosa de la Congregación de las Misioneras Dominicas del Rosario, de nacionalidad congoleña. El motivo de entrar en comunicación con usted por este medio es el de compartirle de manera simple y profunda mi experiencia espiritual. Es decir, mi proceso espiritual, mis progresos espirituales, la manifestación de Dios y la aplicación de lo aprendido en mi vida

De entrada, estoy satisfecha con mi Experiencia Espiritual hasta la fecha. Dicha satisfacción se justifica por el hecho de que he progresado mucho espiritualmente; o sea, he experimentado la manifestación de Dios en vida. La pregunta fundamental en mi Experiencia Espiritual siempre fue y será: ¿Qué quiere Dios en mi vida y cómo puedo hacer su voluntad?  Se trata de una cuestión que toca mi vida vocacional, mi proceso espiritual, mi relación personal con Dios y con los demás que puedo resumir en el Acompañamiento Espiritual.

Considerando que el Acompañamiento Espiritual es un encuentro de dos personas (la persona que acompaña y la acompañada); un servicio de amor, de escucha de Dios y de la persona acompañada, un servicio de confianza, de compartir, de seguridad, de transparencia y de apertura. Me ayudó bastante a comprender que acompañar y ser acompañada es una gracia, un don de Dios, una tarea, un señal de Dios, un alivio que ayuda a ver el dolor de la acompañada con los ojos de Dios, un lugar de sanación del corazón, de perdonar a los demás y a mí misma. Me permitió estar atenta a la voz de Dios, dejarme ayudar, saber escuchar profundamente sin juzgar la voluntad de Dios para mí misma. Creo que una cosa primordial era poder sondear mi intimidad, mi interioridad, reconocer lo que me gusta, lo que me choca, lo que me asusta y lo que me da la alegría.   

Sin embargo, querido hermano Jesús, una de las dificultades que tengo es el hablar de mí misma, compartir mi fragilidad. Si no me es fácil hacerlo, me imagino cuán difícil es escuchar la vulnerabilidad de la otra. Es ahí donde pienso que en el acompañamiento es Dios mismo que está presente en la persona que acompaña y a través de ella ayuda a la acompañada: es una gracia, es un privilegio de entrar en el espacio sagrado de la persona, es una historia del amor de Dios. Eso me impresiona, me enseña a estar atenta a la voluntad de Dios, a estar abierta para escuchar a otro (a), a tener un corazón para el otro (a) y una disponibilidad interior para escuchar sin juzgar ni condenar a Dios y al acompañado (a).

Por consiguiente, hermano Jesús, el acompañamiento me ayudó a ser transparente y sincera para escuchar la voluntad de Dios en mi vida, discernir y tomar decisiones. Es un tema que me hace regresar al mismo tiempo a mí misma, para tomar conciencia de que es no simplemente don de Dios sino es también una tarea en la vida vocacional como hermana Misionera Dominica del Rosario, ser capaz de sentarme y escuchar a mis hermanas y hermanos con todo mi corazón, dando testimonio del amor de Dios en cada uno, con profunda humildad de saber que soy una portavoz de la voluntad de Dios en la vida del otro (a) y en la mía.

Estimado hermano Jesús, sin otro particular, esperando su respuesta en mi vida y en los demás, le mando un abrazo fuertísimo.       

 Teresa Ngoie Mbula.

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