“Rabbí, ¿dónde vives?. Jesús les dijo: «Vengan y lo verán»”

Ana, es mujer y madre de tres niñas y un niño. Vive con su familia en una casa hecha de esteras, piso de arena y con techo de plástico y cartón. Ella no fue a la escuela y trabaja ganando diez soles al día. La cena que recibe en su trabajo la cambia por un pasaje de regreso a su casa o la guarda para sus hijas. Rolín, su pareja y padre de sus hijos, trabaja como mecánico en la capital ganando cien soles semanales, dinero que intenta enviar para sostener los gastos de su familia. Ana no tiene documento de identidad, a ella no se le respetó el derecho a la identidad ni a la ciudadanía. No existe oficialmente en su país, a pesar de haber vivido sus 31 años en él. Sin embargo, Ana, como muchas mujeres y hombres que sostienen el Perú, tiene un gran ímpetu por aprender a leer y escribir, y busca a diario que sus condiciones de vida mejoren para que su familia esté reunida nuevamente. Por familias como las de Ana, Vilma, Gisela, Ángel… es que apostar por el Reino de Dios tiene vigencia y sentido hoy. Ellas/os son las/os privilegiadas/os del proyecto de Jesús.

“Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Eran como las cuatro de la tarde.” Buscaba en este mes profundizar mi experiencia vocacional adentrándome en la vida comunitaria, en las misiones e intentando confiar en lo que Dios tenía preparado para mi en este tiempo. También implicó dejar que la Ruah sople y que Dios tome el control de mis reflexiones y acciones, a pesar de mis resistencias. Y como el Padre es bueno, me ha dado más de lo que esperé. Vivir esta experiencia me permitió identificar, un poco más, el centro de mi vocación, que va cobrando sentido en la vida de mis hermanos/as más pequeños/as; así como reconocer que mi deseo de Dios es anterior a mis propias experiencias fundantes. “Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía; antes de que tú nacieras, yo te consagré…” También reconocí que todos/as tenemos una idea sobre cómo es la vida religiosa, muchas veces guiada por nuestros estereotipos y limitado conocimiento de la experiencia, y sobre todo porque olvidamos que Dios abraza nuestra diversidad y con mayor razón nuestra libertad.

“Todos los días se reunían en el templo con entusiasmo, partían el pan en sus casas y compartían sus comidas con alegría y con gran sencillez de corazón.” Los últimos años, de alguna manera, he aprendido de la experiencia comunitaria. La Unión Nacional de Estudiantes Católicos, con mi comunidad “Todas las Sangres”, significó la apuesta por acompañar, dejarme acompañar y arriesgar confianza en un grupo de personas con las que aún compartimos una parte de nuestra vida, la eucaristía y una serie de reflexiones y compromisos desde nuestro caminar cristiano y ciudadano.

En Breña, hoy convivo con dos compañeras, con quienes coincidimos en el proceso de independencia, la organización del hogar y nuestras apuestas ciudadanas por construir un país menos desigual. Estas experiencias me han brindado algunos elementos para la apertura a nuevas dinámicas comunitarias. En ese sentido, la convivencia en la comunidad de Huacho ha sido muy agradable. Susana, Hilda, Peto y Chanceline hicieron mi estancia muy acogedora y significativa. Aunque al inicio con timidez, poco a poco me fui integrando a la cotidianidad de las actividades y compartiendo con cada una. Su carisma y experiencia de vivir en Jesús son un testimonio vivo de compromiso y ejemplo para mis propias búsquedas. “Señor, tú me entregaste cinco talentos, pero aquí están otros cinco más que gané con ellos.” La misión la desarrollé con la Pastoral Juvenil de Lima, luego en el colegio Santa Rosa y en la asociación de viviendas Sol y Mar de Huacho.

El cinco de mayo compartimos con la pastoral juvenil de Lima un taller que les permitiera afianzar su compromiso ciudadano profundizando el vínculo que tiene con su fe. Lo acompañamos con tres testimonios de amigas/os que tienen una participación activa en la construcción del Reino, aunque sus apuestas vengan de diversas inspiraciones. Luego, en el colegio Santa Rosa había que apoyar en la preparación de las estudiantes de cuarto y quinto de secundaria para el Panel Fórum “Jóvenes de Paz, transformadores de su realidad”. Los talleres estaban orientados a que logren reconocer los problemas del entorno nacional y local; luego, que planteen posibles salidas a estos contextos complejos a través de una dinámica de simulación de elecciones. Finalmente, que identifiquen la existencia de iniciativas importantes que impulsa la ciudadanía para mejorar realidades desde diversos frentes; y cómo desde la escuela, con la proyección social y otras actividades, se van sumando a esos esfuerzos. Luego de ambas experiencias me surgía la pregunta ¿cómo lograr que el compromiso trascienda a una forma de vivir y no quede solo como una buena experiencia en el colegio? Supongo que hay diversos factores que intervienen en ello, pero lo seguiré profundizando.

“…cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.” Sol y Mar es una asociación de viviendas que no cuenta con servicios básicos y la mayoría de familias viven en situación de pobreza. En la zona hay un colegio multigrado de primaria que agrupa a más de cincuenta niños y niñas de diversas edades. El vínculo entre la congregación y la escuela se ha ido formando poco a poco y hoy hay dos proyectos que ven la luz. Las chicas de 5º de secundaria del colegio Santa Rosa imparten talleres de inglés todos los sábados para las/os estudiantes de Sol y Mar; y los lunes y martes las/os voluntarias/as de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional José Faustino Sanchez Carrión dictan sesiones de reforzamiento en lectoescritura. Tuve la oportunidad de acompañar el proceso previo y la primera fecha de ambas acciones voluntarias, siendo testigo del compromiso que se va creando en cada uno de los participantes y la dedicación con la que preparan los materiales para los niños y niñas.

“No hay auténtica opción por el pobre, si no hay amistad con el pobre.” Además, realizamos visitas domiciliarias a las familias de los estudiantes que participan en el programa de reforzamiento. Estas visitas nos permitieron encontrarnos, escuchar sus historias y conocer de cerca sus contextos. Descubrí vidas marcadas por el dolor e injusticias, pero también llenas de una gran capacidad de resiliencia y siendo protagonistas del cambio en sus familias. Para mí, estos encuentros fueron lo más significativo de toda la experiencia. Dios se ha revelado en la historia, y particularmente en la mía, en la vida de mis hermanos/as más humildes y reconocerlo es afirmar que son sus preferidos, son los elegidos para la buena noticia. “Soy pan, soy paz, soy más…” Mi corazón queda completamente agradecido con el Padre bueno, con la comunidad de Huacho y con todas las Hermanas de la Provincia Ramón Zubieta y Les que me tuvieron presente en sus intenciones. De manera especial con Susana V., que va acompañando mis pasos en este discernimiento tan humano, guiado por el Espíritu que se revela en sus palabras; gracias por acoger mis inquietudes siempre con apertura y hacer que este proceso sea transitado desde la libertad y el amor.

Después de mucha reflexión y oración, comprendo que intentar entender todo hoy no es posible, el misterio del llamado de Dios se revela en lo humano pero viene desde lo divino. Esta revelación de Dios en mi vida es una buena noticia y un signo de esperanza que crece en medio de tanto dolor humano. En este tiempo, quiero seguir profundizando la espiritualidad dominica y fortalecer la identidad de la congregación, de manera que me permita afianzar compromisos, despejar inquietudes y continuar conociendo esta opción de vida. Voy sin prisa pero sin pausa.

Experiencia recogida por Milagros

Compartir esta publicacion