Querido papá, es con alegría que te escribo esta carta para decirte que admiro mucho tu proyecto misionero que iniciaste y nos dejaste como continuadoras de este mismo proyecto.
Quiero decir que cada vez que leo tus escritos, me impresiona tu entrega total a Dios y a tus hermanos y hermanas, especialmente a los nativos de la selva peruana.
Teniendo como punto de partida el aprecio y la educación de la mujer, en esa época en que no se valoraba a la mujer, fuiste tú quien en tu discernimiento encontró la manera de llevar a las hermanas a ayudar en la educación de las mujeres de la selva peruana como base de la familia.
Tú, siendo hombre, sentiste la necesidad de una mano femenina en la misión para cumplirla de la mejor manera, esto revela que tenías un amor incondicional por ese humilde pueblo.
Sin nada más que decir, te agradezco por todo lo que has hecho a las Misioneras Dominicas del Rosario, y te pido que sigas ayudándonos en esta misión que tú mismo nos has dejado.