Es con grande alegría y con el amor que anima mi corazón para poder dar gracias a Dios por la gracia que nos ha dado de tenerte como Fundador de nuestra Congregación y como nuestro padre en la fe.
Querido Padre, te admiro por tu fuerza y firmeza, por tu amor a los hermanos y hermanas que te han dado fuerza y determinación para poder llevar a cabo tu misión. Yo también quiero seguirte, dar todo lo que tengo por las hermanas, por la gente del centro apostólico donde trabajo. Quiero compartir su sufrimiento y todo esto que hiciste con amor y atención.
Ayúdame a que cada vez que me encuentre con dificultades siga buscando fuerza en tu vida y haga de tu vida un ejemplo para mí.
Quiero hablarte, verte y tocarte, pero no puedo, aunque en el fondo de mi corazón puedo tocarte, verte y encontrarte.