«Que todos sean uno, como, Padre, Tú estás en mí y yo en Ti». (Juan 17: 21)

Nuestras vidas tienen una serie constante de finales y comienzos. Algunos de estos finales llegan de repente o inesperadamente.  Otros son planificados y llegan más gradualmente. Algunos son felices.  Algunos son tristes.  Pero cada final nos da la oportunidad de un nuevo comienzo.  

Ante todo, doy gracias a Dios por esta maravillosa oportunidad de formar parte de la gran familia de la Provincia de San Luis Beltrán en Filipinas. Por ello, estoy agradecida a mis Hermanas de la Provincia de Santa María por permitirme tener esta enriquecedora experiencia en el noviciado continental asiático. Mi agradecimiento también a nuestra Madre General, hna. Raquel Gil y Consejo por organizar este programa de noviciado común de tres provincias. Agradezco también la presencia de la Hna. Pilar Marcelino y de la Hna. Virginia Roy que han permanecido un año en la comunidad. Mi agradecimiento muy especial a mis dos queridas compañeras hnas. Maria de Fatima Pui y Rosa Maria Angeles por su constante amor y apoyo durante toda mi estancia en Filipinas. No puedo olvidar a todas las novicias del año 2018 al 2024 por su presencia en mi vida.

Al recordar los seis años transcurridos, veo que el Reino de Dios está más allá de nosotros.  El Reino de Dios no sólo está más allá de nuestros esfuerzos, sino incluso de nuestra visión. En el transcurso de nuestra vida sólo realizamos una pequeña fracción de la magnífica empresa que es la obra de Dios, pero en esa pequeña fracción nosotros, a mí en especial, hemos experimentado la constante mano guiadora de Dios a través de mi comunidad y de la gente en la misión. En el Evangelio de Juan 17: 21 Jesús dice: «Que todos sean uno, como, Padre, Tú estás en mí y yo en Ti». Este Evangelio ha demostrado ser verdad para mí en mi estancia en la comunidad del Noviciado Continental Asiático, de una manera muy especial nuestra relación entre tres de nosotras Hnas. Fátima, Rosa María y yo. 

Hemos trabajado con una sola mente y un solo corazón. Hemos colaborado y cooperado unos con otros porque nuestra atención no se centraba en nosotros mismos, sino en la misión de Dios. Lo que más me ha gustado es que no había competencia entre nosotros; nos aceptábamos tal como somos, con todas nuestras fuerzas y limitaciones.  Eso ha traído una buena experiencia de paz, alegría, confianza y fuertes lazos de amor en nosotras y de manera muy especial un buen ejemplo para nuestras queridas Novicias. Hoy vivimos en un mundo caótico y competitivo y es muy triste que este mundo haya entrado en parte en nuestras comunidades religiosas. Pero lo que ha traído la transformación en mis perspectivas es el buen liderazgo, la buena organización, la planificación y la puesta en acción.

También he conocido culturas diferentes: filipina, timorense, Myanmar y Vietnam… su modo de vida ha ampliado mi visión. He experimentado la unidad en la diversidad. Me gustan la cultura y la gente filipinas; son muy acogedoras, cariñosas y respetuosas.  Aprecio los fideos con hojas de papaya de la comida timorense y la deliciosa sopa vietnamita y birmana. Mi corazón está agradecido por todas estas maravillosas experiencias en mi vida.

En estos seis años de viaje por la vida, me he enriquecido con las interacciones de todos los que han desempeñado un papel importante en mi vida. Algunos me han aportado lecciones de aprendizaje, otros han sido retos, otros fuertes lazos de amor y confianza. Estoy agradecido a todos.

Mi mensaje de despedida a mis dos compañeros del poema de San Óscar Romero. “Plantamos las semillas que un día crecerán. Regamos las semillas ya plantadas, sabiendo que encierran una promesa de futuro. Sentamos las bases que necesitarán un mayor desarrollo. Proporcionamos levadura que produce efectos más allá de nuestras capacidades. No podemos hacerlo todo, y hay una sensación de liberación al darnos cuenta de ello. Esto nos permite hacer algo, y hacerlo muy bien. Puede que esté incompleto, pero es un comienzo, un paso en el camino, una oportunidad para que la gracia del Señor entre y haga el resto. Puede que nunca veamos los resultados finales, pero esa es la diferencia entre el Maestro constructor y el trabajador. Somos obreros, no maestros de obras, ministros, no Mesías. Somos profetas de un futuro que no es el nuestro”.

Muchas gracias por todo. Que Dios os bendiga y os dé todas las gracias y la sabiduría que necesitéis para continuar esta misión de guiar a los jóvenes en su proceso de discernimiento y prepararlos en su compromiso.

Mensaje de despedida a todos las junioras y novicias con los que me he cruzado en estos seis años. «Rema mar adentro». Evangelio de Lucas 5:1 una orden que Jesús da a sus discípulos; Una mañana, después de que Simón Pedro, Santiago y Juan se hayan «afanado toda la noche» y no hayan pescado nada -ningún pez, sólo su propio vacío-, Jesús se acerca a ellos y les invita a ir a aguas más profundas, a «remar mar adentro». Lo hacen, y pescan tantos peces, que su barca empieza a hundirse.

Invito a cada uno de vosotros a aceptar la invitación de Jesús a remar mar adentro en la vocación que hayáis elegido y a seguir a Cristo; intimidad más profunda con Él, comprensión más profunda de uno mismo, conocimiento más profundo de la comunidad y, en general, de la Congregación. Muchas gracias y rezo para que permanezcáis fieles y perseveréis en esta santa vocación.

Por fin, cada uno de nosotros es enviado a la tierra con capacidades y talentos diferentes. Con nuestros talentos y capacidades únicas, podemos hacer una contribución significativa a la misión de Dios en este planeta. Nuestro fiel servicio como misioneras es una ofrenda aceptable al Señor.

Muchas gracias

Hna. Pushpa Mecwan, OP

Compartir esta publicacion