El domingo pasado tuvo lugar la Marcha de los Jóvenes de la zona 3 de la Arquidiócesis de Maputo, desde Albasine hasta Marracuene en un recorrido de unos 25 km. Como voluntaria portuguesa en las Hermanas Misioneras Dominicas del Rosario, tuve la oportunidad de vivir este encuentro de jóvenes tan espiritual y vivo.
La caminata fue fácil, comenzó con un momento de oración y luego nos pusimos en peregrinación. Éramos un grupo muy grande, todos en oración: algunos cantaban canciones de alabanza, otros rezaban individualmente y no puedo olvidar las buenas conversaciones.
A lo largo del camino, tuvimos paradas, en las que se presentaron pequeñas reflexiones sobre temas de actualidad e la juventud: como las drogas y la bebida, las tentaciones cotidianas, el camino de la salvación, entre otros. Todos estos momentos dieron la oportunidad de reflexionar a quienes los vieron porque se presentaron de manera teatral o poética.
En el camino nos cruzamos con la población, el sol no era lo suficientemente fuerte, pero quemaba y nos topamos con un camino irregular lleno de arena que demuestra cómo el camino no siempre es fácil.
Al llegar tuvimos nuestro tiempo de descanso y almuerzo para reponer fuerzas que siguió con la misa.
La marcha contó con miles de jóvenes, tuvo una gran adhesión recordándome un poco los días que viví en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa 2023. La alegría, la unión de la oración y el compañerismo ayudan a experimentar la resurrección de Jesucristo.
Mi momento favorito fue la misa final, la iglesia estaba llena de jóvenes que cantaban con fuerza y profunda alegría para alabar a Nuestro Señor. Siempre me han dicho que cantar es rezar dos veces, lo cual veo mucho en estas canciones en las que no entiendo todo, pero siento la emoción en los que cantan.