CONSOLAR, LLORAR

En toda experiencia humana de regocijo, emoción, esperanza, miedo, desesperación, dolor, pérdida, etc., siempre hay un espacio de silencio del que uno puede o no ser consciente. Yo llamo a este espacio un “tiempo tú, yo” con Dios. A veces, podemos vacilar en esto.

Hace muy poco, tuve una serie de visitas necesarias a familiares enfermos, amigos queridos y clientes, ¡y asistí a 8 funerales en dos meses! Mi corazón iba con cada uno pieza por pieza. Fui a consolar, a llorar, a rezar y a compartir la esperanza, pero, lloro cuando se van. Muy recientemente, tuve la oportunidad de estar en el funeral de una niña inscrita en Basilan. Al ser nueva, no sé mucho sobre la niña, excepto los registros, la comunicación y el formulario de información de esta niña. Cuando estuvo enferma el pasado enero, no nos lo dijeron, fue cuando estuvo gravemente enferma en abril cuando llamaron a la oficina. En respuesta, hice todo lo posible para buscar, llamar e ir a la red para facilitar la asistencia médica, buscar y “negociar” para anestesiólogo, cirujano, y la hospitalización. Cuando todo estaba listo, ¡la niña murió!

Este incidente me llevó a pensar en la hija de Jairo, reflexionando sobre Lucas 8:49 “El niño ha muerto, no molestes más al Maestro”. Esto en cambio, me llevó a la oración y al diálogo con mi Maestro. ¿Por qué esta primera hija no puede vivir y por qué todos nuestros esfuerzos fueron en vano? ¿Por qué murió el niño? Sin embargo, creo que es verdad “Él da la vida y tiene el poder de quitarla… (1 Samuel 2: 6).

Como misionera dominica, nos pide más allá de lo ordinario trabajo diario.  Es un algo más que del hacer en cada día y nos pide caminar un poco más. Esta vez, consolar a una madre cuya única hija estaba en un ataúd fue una tarea difícil, porque todo lo que requiere de mí es silencio. “Reír con los que ríen, llorar con los que lloran…” Este es el misterio de estar presente, presente con ella, con el padre de la niña y una tía en su humilde casa. Nos sentamos un rato con algunos de nuestros colaboradores para rezar en silencio con algunos vecinos (normalmente pocos para la gente pobre e impopular). Después, les ofrecimos algo de beber y aperitivos. Para nosotros, la pérdida de esta niña no es sólo un número en la lista, sino el dolor de una comunidad que esperaba que pudiera ser una alegría para sus padres y una ayuda para su hermano.

Entiendo que estar de luto es tener un recuerdo vivo de personas que cuentan con nuestra presencia, con nuestro apoyo en sus momentos difíciles. Canalizar la ayuda del gobierno a las comunidades o por el derecho de nuestros vecinos, es continuar con el compromiso nuestro en búsqueda a mejorar las condiciones de las personas vulnerables, a las que Dios ama. Juntos podemos construir una condición de vida segura y saludable para los necesitados. Juntos nos convertimos en canales de esperanza en la vida y seguimos caminando con los demás.

Nini Rebollos

Misionera Dominica,

Isabela, Basilan

Compartir esta publicacion