Querido Padre y Compañero:

Estoy tan feliz de recibir tu carta que mi espíritu se inspira a responderte. La leí en silencio con mucho ánimo. Mi espíritu se remansó de paz y mis ojos se llenaron de alegría. Tu mensaje me tocó muy profundo, y me animó más a caminar por el camino de Jesús.

Siempre siento que estás caminando conmigo.

Al mundo de hoy le falta paz y en muchos no hay esperanza. Hay mucha guerra, desesperanza y sed de vivir. A veces, no entiendo por qué. En ciertas ocasiones mi fe tambalea y, en otras, me siento perturbada. Mis pies tiemblan ante tanta muerte y me impiden avanzar.

Sin embargo, tu carta se ha convertido en una luz en mi camino. Siento tu presencia mientras la leo. Mi corazón palpita con amor y se calienta como el sol de primavera: mi espíritu renueva la esperanza. 

Padre, te escribo llena de alegría y entusiasmo. Hay muchas cosas que quiero compartir contigo, pero no quiero tomarte mucho tiempo. Por favor, reza por mí para que sea una buena misionera.

Gracias por tus palabras amorosas y alentadoras. Intentaré seguir a Cristo, bajo la inspiración de tus pasos misioneros.

Te amo mucho. Un fuerte y gran abrazo.

Rosaria (Junior de Aldaia)

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