ALGUNAS REFLEXIONES ANTE EL PREBISCITO POR UNA NUEVA CONSTITUCIÓN

A una semana de la celebración de las elecciones en Chile en que se nos preguntaba si aceptábamos o rechazábamos el nuevo proyecto de Constitución, quiero compartir mi reflexión personal motivada por la búsqueda de la verdad, tal como nos enseñó Santo Domingo de Guzmán.

El proyecto de Nueva Constitución fue fruto de un largo proceso y anhelo que teníamos como pueblo, dejar atrás la Constitución de 1980, escrita entre cuatro paredes y delineada en el contexto del Gobierno Militar de Augusto Pinochet, una Constitución que tenía como trasfondo perpetuar de manera radical y profunda el modelo neoliberal y el Estado subsidiario, el libre albedrío del mercado y la privatización de la salud, la educación, las pensiones, los recursos naturales, etc.

Este marco regulatorio de organización del Estado trajo consecuencias muy dolorosas, especialmente para los más vulnerables, se agudizó la desigualdad y la brecha entre ricos y pobres, en Chile el 1% más rico concentra el 49,6% de la riqueza total del país, el 50% de los hogares de menores ingresos concentra solo el 2,1%.  La mercantilización en salud, previsión y educación, vivienda ha permitido también segregar a la población y no disfrutar de ellas como un derecho.

Respecto a la privatización de los recursos naturales ha tenido consecuencias muy fuertes para los territorios, especialmente el acceso al agua, la privatización de la misma por parte de grupos empresariales agrícolas ha dejado a las comunidades prácticamente sin agua y teniendo que comprar este vital elemento para sobrevivir.

En relación a la pobreza del pueblo mapuche y el conflicto existente ha sido fruto del despojo de sus tierras en tiempos de la dictadura para beneficiar a la industria forestal quienes recibieron gratuitamente del Estado la tierra, las plantas, los trabajadores y los actuales bosques que cubren el sur del país.

Otro de los frentes es el centralismo, los recursos de las regiones se concentran en el centro lo cual no permite que las regiones disfruten de sus propios recursos para el desarrollo de sus territorios y poblaciones. Un ejemplo de ello es la realidad de Calama, y los recursos que genera la gran minería no se visualizan en un desarrollo para la población, se percibe un profundo abandono y daño a las comunidades rurales y urbanas de El Loa, por la contaminación creciente del agua y del aire por el material particulado que genera la minería provocando cáncer y múltiples patologías en la población.

Todo este profundo malestar desembocó en el estallido social del año 2019, sumado a la corrupción, la colusión de las empresas, la falta de credibilidad de la clase política. Para hacer frente a este movimiento social el gobierno y las fuerzas políticas firmaron un acuerdo por la paz y por una nueva constitución.

Para redactar esta nueva Carta Magna se eligió a 154 Constituyentes con el criterio de paridad y de escaños reservados para los pueblos originarios.

La propuesta Constitucional a mi entender apuntaba a un cambio importante sobretodo el paso de un Estado subsidiario a un Estado Social que garantizaba los derechos de los y las ciudadanas, de las mujeres, pueblos originarios, regiones, el respeto y cuidado de los recursos naturales tal como lo plantea y propone el Papa Francisco en la Laudato Si.

Concuerdo con la voz de las hermanas Carmelitas que señalaron: “Si rechazamos la proposición de una nueva Constitución estamos rechazando la posibilidad de dar un paso grande en el devenir de nuestro país”.

El rechazo a la propuesta tuvo factores que determinaron la balanza, por un lado la campaña de desinformación, de distorsión, de falsas noticias por los diversos medios de comunicación  de los sectores de la derecha política y económica; por otro lado faltó tiempo para que la propuesta llegara a la gente, explicarla cómo mejoraría su vida y su cotidianeidad, el lenguaje posiblemente no hizo sentido a la gente de a pie, conceptos como plurinacionalidad, interculturalidad, regionalismo se consideraron lejanos y fácilmente interpretados con un espíritu que no era con el que se plantearon en las discusiones de los convencionales.

Otro de los factores posibles fueron la incertidumbre y el miedo a un nuevo ordenamiento y la disconformidad con la clase política y el nuevo gobierno.

A una semana de los resultados nos encontramos en un panorama que exigirá mucho diálogo, discusión de lo que realmente queremos para Chile, trabajar en la capacidad crítica y en una mayor conciencia de los derechos humanos, retejer los vínculos comunitarios, el proyecto y sueño de país. Los contextos educativos tienen mucho que aportar en este proceso, potenciar la libertad de pensar y de decidir en conciencia.

Como Dominicas necesitamos fortalecer lo que nos conduce a la verdad, no dejarnos manipular por las falsas informaciones, estudiar, leer las propuestas que dignifican a las personas especialmente a las más vulnerables. Fortalecer lo que contribuye al respeto y valoración de nuestros pueblos originarios, la calidad de vida de los territorios y el derecho a vivir en un medio ambiente saludable.

Desde nuestra fe, creemos en que el Dios de la Vida conduce nuestra historia y necesitamos discernir a la luz del evangelio lo verdadero, noble y justo para nuestro pueblo.

Depositamos en las manos de nuestro Señor los destinos de nuestro país, nuestro compromiso de ser puentes en medio de la división y odiosidades que engendran violencia y anulación del otro/a.

Sabemos que no será fácil el redactar una nueva Constitución, pero confiamos en que es necesario y posible.

Que la Virgen del Carmen ilumine a nuestros gobernantes, que se dejen inspirar por el bien común, más que por intereses partidistas. Que como sociedad civil nos atrevamos a pensar, diseñar el Chile que queremos, desde la raíz y espiritualidad que nos identifica como pueblo.

Hna. Jacqueline Sothers.

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