ENCUENTRO DE TEOLOGAS DOMINICAS DE CODALC

Los días 23 y 24 de octubre nos reunimos virtualmente las hermanas y laicas dominicas convocadas por la pregunta ¿Qué dice Dios ante este tiempo de policrisis?  ¿Cuál es nuestra palabra como dominicas?

Tuvimos la alegría de escuchar los aportes iluminadores de las hermanas:

Desde Venezuela, nuestra hermana Dilcia nos acercó al dolor de su pueblo y a pesar del vía crucis que padece, nos invitó a entonar junto a su comunidad un canto a la esperanza. Una esperanza dominicana que se convierte en antorcha que ilumina la oscuridad, que no se deja vencer, que abraza con ternura y compasión a los Cristos sufrientes, que se atreve a navegar en el mar embravecido de la injusticia porque sabe que la barquichuela es conducida por el barquero que sostiene, acompaña y alienta la misión.

Desde México, Rosa nos evidenció la dura realidad de violencia que viven, pero sobretodo el desafío de vivir el laicado desde un profundo y convencido compromiso con la transformación de la realidad desde la fe, desde la luz de la Palabra, manteniendo la lámpara encendida para dar un nuevo rostro a la Iglesia. La riqueza y la belleza de la espiritualidad dominicana son fermento de comunidades laicales nuevas y despiertas.

Graciela desde Argentina, nos cuestionó profundamente invitándonos a pasar de la insatisfacción a la apertura de lo extraordinario. Nos ayudó a conectarnos con nuestro ser para reconocer las propias insatisfacciones vitales desde la escucha, el llanto, la protesta como motores de cambios significativos.

Nos acercó a nuestras matriarcas que son gestoras de liberación y transformación, Ante la crisis no se quedan de brazos cruzados, la vitalidad y de su fe les moviliza a buscar estrategias, crean alternativas dejar espacio a la acción de Dios que hace posible la vida y el escribir una nueva historia desde lo pequeño y olvidado.

Marcela desde Bolivia, nos invita a contemplar y agradecer por las benditas mujeres con nombres y rostros concretos que son signos de vida y esperanza, de lucha, de solidaridad y transformación en estos tiempos de pandemia. Ha sido la Palabra, la compañera de camino, la palabra compartida del Dios que no abandona, que camina con las mujeres. Como mujeres somos llamadas a animar a otras, a generar procesos, a pronunciar nuestra voz como bienaventuradas.

María Alejandra desde Argentina, nos comparte su situarse frente a la incertidumbre desde la sororidad, desde la mirada atenta a quien lo necesita. Nos ha mostrado una casa abierta en que las hermanas responden a los nuevos desafíos activamente, generando redes, tejiendo vida. Una casa en que la mesa dominicana está dispuesta para compartir el pan, la palabra. Una mesa de hermanos y hermanas amados y respetados en su diversidad y riqueza.

Mayla Ibarra desde Ecuador, nos ha invitado a contemplar al Dios de Israel que acompaña a su pueblo en sus crisis, que lo mueve a no temer porque es el Dios de la Historia que lo cuida y libera. Este tiempo nos ha acercado a su misterio, nos ha devuelto humanidad, nos ha transformado y abierto a una mayor compasión, escucha y solidaridad con los más vulnerables.

Gabriela desde Argentina, nos ha invitado a conectarnos con nuestra vulnerabilidad y la práctica del cuidado. Cuidado como práctica política, ética, que aportamos las mujeres en nuestros contextos, y que nos desafía a trabajar para que sea una práctica social. Un cuidado que nos hermana a nuestra casa común y a los pobres.

María Isabel desde México, nos regaló palabras con alma, compartió su derecho a sentir con su poesía “¿Dónde estás?” y Jacqueline desde Bolivia con su oración “predicadoras en peregrinación” expresa su fe en la fuerza desbordante del Amor, hecho comunidad, nudo, alianza y mesa compartida.

 

El segundo día tuvimos la presencia de la Hna. Antonieta Potente, quien nos invitó a reflexionar sobre la crisis que ya hace tiempo recibíamos señales de malestar de nuestro ecosistema y que con la pandemia se expresó en la respiración, sin el soplo vital nos morimos, la humanidad respira con fatiga.

Necesitamos recuperar el alma, volver a vivir con hondura como dominicas, Domingo nos enseñó a respirar la diversidad, lo distinto, un método no violento frente al otro, recupera el encuentro.

La teología tiene que cambiar, necesitamos hablar de la sabiduría de las personas, de lo divino femenino, de lo bueno. La teología dominicana nace en la calle, hay que caminar por la vida mística de forma sencilla, escuchando más allá de la Iglesia.

Se requiere ampliar la mirada, los grupos cerrados quitan la respiración, hay que respirar la realidad buscar lo escondido, la escondida, en la vida misma.

Se requiere cambiar todo, desde dentro, en nuestro hablar, celebrar, recuperar el alma.

La hermana Geraldina, nos invitó a escuchar el grito de la tierra y el grito de las mujeres, clamores que expresan lo eco-humano. Necesitamos nuevas formas sanadoras de relacionarnos entre nosotros y con la casa común.

La humanidad y las mujeres nos sentimos ahogadas, se requiere un respiro, volver a la gratuidad, al buen vivir.

Es necesario recuperar la espiritualidad del cuidado en todas sus dimensiones, porque implica estar atentas, despiertas, concentradas, preparar el futuro con sabiduría, es delicadeza al actuar, al hablar, a organizar, tener detalles. Implica recuperar un nuevo modo de convivencia con nosotros mismos y con la madre tierra.

Concluimos nuestro encuentro agradecidas y animadas por las luces que compartimos para caminar como predicadoras en América Latina y el Caribe.

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