Dios es encarnación y está encarnando siempre en todo y en todos. Y por ello para llegar a Dios necesitamos pasar por los demás.
En el evangelio los judíos le critican a Jesús, porque dice que ha bajado del cielo. Son sus paisanos, le conocen, saben que es el hijo de José y de María, por lo tanto, no comprenden que diga que es hijo de Dios. Igual que a nosotros nos cuesta aceptar que es hijo de José.
Jesús descubrió a Dios como su origen, fuente, fundamento, realidad última, como lo es para todos nosotros. Jesús no remplazó a Dios. En todo el evangelio se refiere a Dios para dejar claro que es Dios el único protagonista de la vida.
“y el pan que yo les daré es mi carne para la vida del mundo”, pero nos han enseñado que para llegar a Dios hay que separarlo de la carne, es decir, apegarnos a lo espiritual. Eso a veces nos gusta más, porque es más fácil vivir desde el intimismo individualista con Dios que desde el servicio al otro (carne) donde está Dios plenamente.
La Eucaristía no es una invitación para adorar a Jesús convertido en pan, sino un llamado a convertirnos en pan para los demás. A ser sus discípulos.