EXPERIENCIA INHASSUNGE

Inhassunge es una isla y un área suburbana ubicada en el sur de la provincia de Zambézia. La población vive de la agricultura, la pesca y el comercio informal. Hay mucha falta de empleo y poca motivación en la educación escolar. La mayor parte de la población pertenece y asiste a la iglesia cristiana. Y están muy dedicados a las actividades de la iglesia.

Ha sido muy difícil viajar de Quelimane a Inhassunge, debido a la falta de medios de transporte. Porque primero se hace la travesía al otro lado de la margen en barco o barcaza, luego en coche o moto hasta el pueblo, y desde el pueblo a las localidades y barrios. El camino no está asfaltado y tiene mucha arena. Pero todo esto no nos impidió llegar allí; al contrario, nos animaba a estar allí dos veces por semana, viernes y domingo.

Nosotras, las Hermanas MDR, por invitación y en colaboración con los Hermanos Menores Capuchinos para una pastoral conjunta, sentimos que la gente necesitaba la presencia de las hermanas en la misión Inhassunge, porque no teníamos misioneros para atenderlas y porque nuestro el carisma nos llamó.

Aceptamos la invitación de los hermanos y nos pidieron que asumiéramos la formación de los ministerios, la formación de la catequesis, la formación del grupo de jóvenes y de los niños. Fr. Zacarías, el párroco de la parroquia Inhassunge, nos dijo: hermanas necesitamos tu presencia aquí en Inhassunge, porque ustedes hermanas tienen un corazón de madre, y cuando hablas con la gente hablas con el corazón y tocas el corazón de la gente, a diferencia de nosotros hombres, y hay cosas que no tenemos manera, pero ustedes tienen muchas.

En este momento de la pandemia, tras la reapertura de las iglesias, además de las celebraciones eucarísticas, optamos por priorizar la formación.

Y por sentir el deseo y la necesidad del pueblo de tener y ser acompañado no solo por los sacerdotes que ya conocían, sino también por las hermanas que para ellos era como la presencia de Dios.

Porque algunos lugares en los que hemos estado y algunas personas que hemos conocido allí nunca han visto a una hermana en sus vidas. Solo escucharon que hay hermanas, y con nuestra presencia sintieron que Dios había escuchado a su presa, y todos agradecieron a Dios ya los hermanos por nuestra presencia con gran alegría.

Debido a la distancia y las dificultades para llegar allí, la gente nos animó y nos pidió que nos quedáramos siempre con ellos y que no nos desanimáramos y los abandonáramos.

Para mí el contacto con la gente y el compartir la vida y la formación fue muy hermoso y cautivador. Vi y sentí que la gente estaba muy interesada y dispuesta a aprender y acogió con agrado la novedad de la formación que compartimos con ellos. Todo se sintió desde su forma de ser y estar allí, respeto, escucha, acogida y participación en la formación.

Con todo esto, sentí la presencia de Dios en mi vida desde el contacto con la gente desde sus delicadezas, sencillez, en su mirada, en sus acciones. Esas personas para mí son como una luz y un espejo de vida, que me ayudan a encontrar a Dios con pequeños gestos y a abrazar mi fe y misión con un espíritu de alegría y gratitud.

Como decía nuestra Madre Ascensión Nicol, en la misión todo va bien. Eso es exactamente lo que sentí cuando lo experimenté.

Sentí que la gente me necesitaba y yo los necesitaba para que ambos viviéramos y recibiéramos la presencia de Dios en nuestras vidas. En la experiencia y el compartir de la vida siempre les dije que aprendería mucho de ellos y en su sencillez me dijeron que no tienen nada para darme, pero que tienen el corazón abierto para acoger lo que yo traigo y aprender mucho de mi parte.

Pero después de la formación y el compartir la vida, ambos descubrimos que todos tenemos algo que dar y que recibir, así que al final del día y las actividades, todos nos fuimos enriquecidos, agradecidos y felices.

Durante este tiempo pude descubrir que Dios nos habla de diferentes maneras, y con la gente pude hacer esta experiencia que fue una maravilla.

Por eso doy gracias a Dios por manifestarse en mí y en la gente con gestos sencillos y concretos. Por ser la luz de mí camino en la misión y para la misión. Por hacerme sentir la alegría que brota de mi corazón y de mi ser, sostenida y alimentada por Dios y el espíritu de la misión.

Gracias hermanas por la oportunidad y por ayudarme a vivir esta hermosa experiencia.

Un gran abrazo para cada una de ustedes.

Marina Vasco Lamos

Comunidad de “Bons Sinais”

Quelimane

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