“…TE NECESITO Y TÚ TAMBIÉN ME NECESITAS…”
- Hnasmdro
- mayo 17, 2021
- MZ_ESPAÑOL
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(Msgr. Zubieta) “Si alguna vez fallas, creo que nuestro trabajo terminará. Sólo creo en ti, que serás capaz de llevar todo adelante, en caso de que yo falle. Creo que el trabajo que tenemos a nuestro cargo es de una importancia trascendental. Creo que es el único bien que he hecho en mi vida. Lo que vosotras hacéis, estéis donde estéis, es más que el trabajo de una comunidad de padres religiosos, más que todos los sermones, simplemente porque educáis a las mujeres, base de la familia y de la sociedad. Este es uno de los aspectos de mi amor hacia vosotras, porque veo en vosotras la continuación de la obra, que es un verdadero capricho en mí.
¿Quieres que te diga otro aspecto de mi afecto? Te he visto sufrir en mis sufrimientos, gozar en mis santas alegrías….. ¿Qué más puedo decirte? Te quiero porque sé que, al amarte, no ofendo a Dios. Porque, lejos de llevarme al mal, me guías a hacer el bien, y este bien es eterno. Para terminar, te necesito y tú también me necesitas.”(Msgr. R.Zubieta)
Estas mismas palabras de nuestro querido Monseñor Zubieta nos llenan de un ardiente celo para llevar a cabo la misión aplicada al contexto de hoy. Monseñor Zubieta se sumergió plenamente entre los pobres con un amor y una compasión apasionados por ellos, que estaban abandonados por el gobierno de entonces, sin tener identidad propia. Monseñor Zubieta comenzó su ministerio en la base. Habiendo vivido entre ellos, estudió y experimentó al mismo tiempo, la situación existente de los pobres del Amazonas. Su preocupación básica había sido, defender a este pueblo de las garras de los extranjeros, comerciantes y colonizadores que les quitarían sus recursos naturales, abolir el comercio de esclavos, hacer lo necesario para la salud, la educación, los medios de comunicación, la carretera y el transporte por los que derramó su sudor y su sangre sin contar incluso con su vida. Y este fue su medio para darle a Jesús. Se convirtió en todo para todos para ganar sus corazones para Jesús. Decía: “Nunca me he sentido más feliz que cuando estoy rodeado de estos seres desgraciados”.
Monseñor Zubieta confiaba plenamente en sus Hermanas para que la misión iniciada continuara según la situación dada y para educar a las mujeres, base de la familia y de la sociedad, guardianas de los hogares y transmisoras de valores a la siguiente generación. Son las portadoras de los hábitos de salud, de las tradiciones emergentes y de la cultura vibrante. Tenemos que cambiar nuestra mentalidad. Tenemos que contribuir específicamente a liberar las estructuras de las limitaciones de la dominación y el monopolio patriarcales, siendo conscientes de nuestros bloqueos patriarcales en una situación determinada. Tenemos que confiar en nuestras capacidades, como hicieron la Beata Madre Ascensión y Monseñor Zubieta, y debemos aceptar con valentía las responsabilidades, tanto en la Iglesia como en la sociedad, sociales y espirituales. Deberíamos darnos cuenta de que somos nosotras las que debemos determinar nuestra propia valor y no esperar a que los hombres religiosos se sometan a un cambio de actitud. Debemos desafiar y cambiar nuestros mitos y creencias culturales. Es nuestro deber sagrado crear una conciencia del plan original de Dios en hombres y mujeres por igual. Debemos desmitificar ciertos mitos culturales estereotipados de nuestro tiempo, según los cuales los hombres son racionales y las mujeres son emocionales. Los ciudadanos de ahora tenemos la tecnología y la información a nuestra disposición. Debemos aprovecharlas y utilizarlas de forma constructiva. Hay hombres y mujeres solidarias y audaces que han transformado la sociedad y la Iglesia con sus capacidades individuales y combinadas. Por lo tanto, lo que se necesita hoy no es una mentalidad competitiva o una perspectiva prejuiciosa para demostrar quién tiene razón y quién no, sino un interés honesto en el establecimiento de una nueva sociedad que coopere y colabore con los demás, hombres y mujeres, y que elabore con los medios para realizar un nuevo cielo y una nueva tierra. “A ese cielo de libertad, Padre mío…” (R. Tagore) que las mujeres y los hombres despierten El Señor nos invita a continuar su obra vivificadora a través de nosotras. Comprometámonos de nuevo a ser canales de su amor por su pueblo. Veneremos y respondamos a la presencia de Jesús en el sufrimiento de los demás. Renovemos nuestro deseo de participar en su obra de sanación de los quebrantados; así lo hizo nuestro querido Monseñor Ramón Zubieta.
Hna. Pauline Saldhana OP
St. Mary’s Nursing Community, India.