NUESTRA EXPERIENCIA CON LOS POBRES

Evangelizar a los pobres en situaciones misioneras donde la Iglesia más nos necesita es nuestra misión.

“La mejor manera de llorar a un amigo o a un padre es seguir cultivando su campo” (Mons. M. Muzihirwa).

En este año jubilar que nos invita a profundizar en el tema de nuestro carisma, es una gracia, pero también un reto para el misionero ver la realidad de los pobres hoy. Ramón Zubieta fue un hombre que hizo todo por el bien de los pobres, para él su mayor felicidad era ver a los pobres felices, a los pobres siendo educados, especialmente a los nativos de Maldonado por la situación que atravesaban. Por eso trabajó con gran celo, dirigiendo la instalación de líneas telefónicas y telegráficas, mejorando las carreteras, construyendo puentes y escuelas.

Con gran entusiasmo podemos decir que la obra de nuestro Padre ha continuado en diferentes lugares y de diferentes maneras; hoy nos sentimos felices de vivir entre los pobres, compartiendo lo poco que tenemos con ellos, tanto material como espiritualmente; hemos dedicado nuestro tiempo a ellos, aunque estamos en la etapa de formación; con esta experiencia estamos aprendiendo mucho y notando que hay mucha gente que es pobre espiritualmente, y es muy difícil llevar el amor de Dios como testimonio a nuestro pueblo por el alto nivel de pobreza que atraviesan. Con los conocimientos que estamos recibiendo durante nuestra formación los ponemos en práctica ayudando a los necesitados con algunos consejos y aclaraciones sobre la vida en la persona de Jesucristo, porque los pobres necesitan nuestra mano para servirlos y nuestro corazón para amarlos.

Desde el punto de vista material comprobamos que hay muchas familias y personas miserables que necesitan nuestro apoyo; pero desgraciadamente a veces no podemos responder a todas las situaciones tan angustiosas y fuera de nuestro alcance; pero desde lo poco que tenemos y con nuestra fuerza física, buena voluntad y fe, estamos sembrando algunas hortalizas para compartir con nuestros hermanos necesitados; y gracias a Dios poco a poco vamos respondiendo a algunas necesidades a nuestro nivel de fruto de nuestro sacrificio y renuncia que hicimos durante el tiempo de Cuaresma para poder ayudar a los que llaman a nuestra puerta cada vez por el hambre.

Los pobres son un regalo de Dios, son nuestro amor y nuestra prioridad. Cristo no nos preguntará cuántas cosas hemos hecho, sino cuánto amor hemos puesto en acción. Como Misioneras Dominicas del Rosario necesitamos la pobreza, la auténtica pobreza más que cualquier otra situación. Porque la pobreza nos da la libertad de desprendernos de lo innecesario para comprender a los hermanos necesitados que viven con nosotros.

Las Novicias: Laurinda Bendi Nkhole Kaluvala y Noella Manongo Amana

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