Para los discípulos experimentar a Jesús vivo en medio de ellos fue la mayor alegría de resurrección, porque pensaban que estaba muerto.
Hoy nosotr@s sabemos que la verdadera vida no puede ser afectada por la muerte. A Jesús en su ser divino espiritual no le pasó nada, simplemente siguió viviendo. En lo biológico desapareció como todo ser humano.
Comprender lo que pasó con Jesús nos muestra lo que pasará con nosotr@s después de la muerte.
La muerte no puede vencer a la vida, la oscuridad no puede vencer a la luz, el miedo no puede vencer al amor.
La pandemia está siendo la noche obscura más larga, y a la vez, nos abre un camino de interiorización que nos ayuda a preguntarnos ¿qué está pasando con el mundo? ¿qué está pasando conmigo? ¿qué sentimientos, emociones, pensamientos albergo? ¿Qué no estoy haciendo bien? y ¿qué no estamos haciendo bien como humanidad?
La respuesta a estas interrogantes, desde la más absoluta honestidad, puede traer la resurrección a nuestro mundo, porque cambiaremos nuestro modo de pensar, de sentir y de actuar, y cosecharemos vida.
Tenemos que comenzar a morir cada día a nuestro egoísmo y nacer a lo divino.