CARTA A NUESTRO PADRE FUNDADOR

Querido Padre:

Como sabes, no es la primera vez que quienes nos hemos pasado la vida religiosa en la escuela nos dirigimos a ti.

Cuando los vientos de uno y otro lado nos vapuleaban, nos dirigíamos buscando tu amparo.

Nos gustaba recordar tus palabras: “mis deseos, los anhelos más ardientes de mi alma se van cumpliendo. Ya estáis educando a buen número de niños…”

“Lo que vosotras hacéis donde quiera que os encontréis, vale más que todos los sermones porque educáis a la mujer, base de la familia y de la sociedad, y día vendrá en que se dé a las religiosas docentes el puesto que os corresponde”.

Fundaste una escuela para niños y niñas; querías que en ella se les mostrase un cariño que no conocían, una minuciosa atención particular y con un corazón de madre.

Para nosotras, la escuela ha sido el centro de nuestras ilusiones y desvelos porque nos hemos sentido convocadas a evangelizar, desde la educación, las culturas de nuestro tiempo.

En muchas ocasiones hemos pedido al Señor aquella madurez que tú tuviste para detectar lo que ocurría en la realidad circundante, capacidad crítica para analizarla y saber tomar postura desde el Evangelio.

Nos ha alentado siempre tu convicción de que evangelizar es humanizar e intentábamos que, nuestro trabajo en educación estuviera comprometido con la causa del ser humano como persona.

Queríamos que nuestros alumnos/as desarrollaran la capacidad de hacer opciones libres y responsables en la vida, fueran de convicciones profundas y actitudes coherentes.

Conscientes de que la fe ilumina la raíz y la meta de cada persona y despliega un potencial que desborda otros saberes, nos unimos al profesorado seglar y todos nos comprometimos a ofertar el mensaje cristiano como horizonte de sentido para la realización del ser humano y para la mejora y humanización de la sociedad porque, a través de la educación, la persona toma conciencia de la propia dignidad y de la de todos los seres humanos, se capacita para la responsabilidad y desvela el sentido de la vida.

El impulso de estos valores siempre ha estado presente, aun en medio de tantos cambios, adaptaciones a los tiempos, búsqueda de nuevos métodos, todo para actualizar y potenciar la educación según las propuestas evangélicas.

La apertura y creatividad que hemos visto en ti, Zubieta y en M. Ascensión, han sido una constante en nuestra vida y trabajo, así como la integración con otras personas y entidades educativas que nos permitan superar nuestras carencias y colaborar a la respuesta que requiere hoy el trabajo educativo, según las orientaciones de nuestro carisma.

Con la educación, nuestros alumnos/as pudieron descubrir el tesoro que llevaban dentro, que está enraizado en la profundidad del ser, dando sentido a lo que es vivir y convivir.

Hoy, en la celebración de tu Centenario, queremos agradecerte lo mucho que aprendimos de ti y, con nuestro apoyo y oración, colaborar y acompañar a las hermanas que trabajan en este campo de la educación para que juntas colaboremos en la formación de una nueva sociedad, responsable del cuidado de la “casa común”, más humana y fraterna, abierta al misterio de Dios.

Comunidad del Colegio Stella Maris –Madrid

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