El evangelio contiene una simbología muy rica, muestra elementos propios del encuentro de la persona con la divinidad, y esto le da un profundo sentido espiritual.
En la montaña alta es posible ver a Dios; la nube es signo de su presencia acompañando al pueblo. La nube contiene agua que significa vida. Los vestidos blancos son signos de pureza, de divinidad.
También aparecen Moisés y Elías, dos grandes representantes del Antiguo Testamento, de la ley y de los profetas. Esto nos muestra que Jesús está en total conexión con el A. T., pero ahora es Jesús el testigo de todo.
Ahora la clave para descubrir a Dios y su voluntad ya no es la ley y los profetas, sino Jesús.
Pedro pide hacer tres chosas, se siente en el momento culmen de felicidad plena “que bien se está aquí” y no quiere salir de ahí, porque es difícil aceptar que el dolor y la muerte también es parte de la vida.
La voz de Dios nos pide escuchar a Jesús. Escucha que nos lanza fuera de nosotr@s mism@s para acoger su palabra y hacerla vida.
Dios dice a Jesús: éste es mi hijo amado, pero lo importante no es que Jesús sea el hijo amado, sino que Dios nos dice lo mismo a cada uno de nosotr@s. Dios se está comunicando ahora mismo y en cada instante en lo hondo de nuestro ser. Escuchemos su voz.