MI EXPERIENCIA EN EL CENTRO HOSPITALARIO DE LISUNGI

Después de las vacaciones en familia y la integración en la comunidad del juniorado, comencé mi experiencia misionera en el Centro Hospitalario Lisungi. Me pareció un poco extraño trabajar entre estas personas con tanta experiencia en el campo de la medicina. Lo que más me preocupaba era cual sería mi contribución. ¿Qué podría aportar a la misión que se me ha confiado? Por cierto, me sentía muy pequeña en comparación con el trabajo que debería estar haciendo.

Sin embargo, en salud, no es sólo la profesión médica. También está el personal administrativo y aquí es donde trabajé, precisamente en la recepción. Todas las cosas buenas que aprendí sobre la hospitalidad en las dos primeras etapas de mi formación, a saber, el postulantado y el noviciado, me han servido bien a lo largo de mi experiencia. Bienvenidos los enfermos, los guardias enfermos, los que vienen a informarse, en fin, todos. En la recepción, aprendí a sentir verdadera empatía por el sufrimiento de los demás. Para algunas personas enfermas, debía hacerles compañía hasta que recibían atención médica. A otros debía animarlos a soportar el dolor, a otros simplemente a estar ahí sin decir una palabra, pero escuchando sus quejas y, a veces, sus llantos.

Muy rápidamente se crearon vínculos con ciertos pacientes. Algunas pacientes me pidieron que las ayudara durante el parto y que orara por ellas, otros pacientes me pidieron que estuviera presente durante la operación, por supuesto con el permiso del médico. En cuanto a los que murieron durante mi experiencia, nadie me pidió que estuviera allí, pero por casualidad pasé y vi morir a alguien pese a que tenía dinero … Fue muy duro para mí, a lo largo de los días aprendí a aceptar al coincidir con el salmista en “Sin embargo por más caro que se pueda pagar, toda vida debe acabar”

Trabajando junto a los enfermos, sentí la fragilidad de la persona humana. Mientras la vida nos sonríe, vale la pena vivirla bien. Y refiriéndose a la frase del Papa Francisco “donde hay religiosos, hay alegría” en un mundo donde todo se escapa, la alegría permanece sólida porque caracteriza a los discípulos de Jesucristo de los que formamos parte. 

Agnes DINGANGA

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