¿QUIÉN ES RAMÓN ZUBIETA PARA MÍ?
- Hnasmdro
- enero 19, 2021
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Ramón Zubieta para mí, es esa figura, ese hombre que marcó la historia de su tiempo con su ser y hacer. Ser, porque era un hombre marcado por la presencia, atento, afectuoso, un hombre de gran corazón que soportaba todo con amor y paciencia, entregado. Ser, porque por sus escritos sabemos que con las hermanas era un padre presente y cuando no podía serlo escribía a menudo para asegurar su presencia. Con los “indígenas” se hacía uno de ellos compartiendo el mismo destino y buscando medios para sacarlos de esa situación y de las condiciones inhumanas. Hacer, emprendió grandes obras, arriesgó su propia vida para asegurar mejores condiciones a los que le fueron confiados, los “empobrecidos/salvajes”.
Construyó escuelas, puentes, instaló postes y cables, líneas de comunicación y abrió caminos, instruyó a la gente y promovió los derechos y valores humanos (primero formando al hombre, a la mujer y luego formando al cristiano), siempre disponible para la misión. Como persona, uno de los aspectos de la vida del Padre Fundador, Fray Ramón Zubieta que más me marcó, es su carácter/personalidad, un hombre de espíritu fuerte y firme, seguro de sus convicciones, que sabía lo que quería, por lo que sus proyectos fluyeron y dieron frutos que permanecen en el tiempo.
Un hombre que no se dejó vencer, desanimar o frustrar por las dificultades y malentendidos que encontró en su trayectoria misionera, procedentes de diferentes personas y lugares, incluyendo acusaciones de todo tipo. Era un misionero incansable que encontraba a Dios en todo y le confiaba su misión y su trabajo. Hombre humanamente fuerte, sensible al sufrimiento del prójimo, pero que no se quedó en lamentaciones, buscó alternativas para encontrar una solución, transformar la realidad y garantizar una vida diferente, mejor y más digna a los indígenas o “salvajes” como se les llamaba en aquel entonces, trayéndole la civilización. “Desde su llegada a Chirumbia los misioneros se constituyeron en valientes defensores de los indígenas y por consiguiente también cosechan la enemistad de los “civilizados”. El Padre Zubieta, desde la responsabilidad de su cargo de Prefecto Apostólico, acude reiteradamente a las autoridades, tanto local y provincial como al Supremo Gobierno de la Nación, para denunciar el hecho.
Para Ramón Zubieta, “las misiones con sus escuelas respectivas pueden ser la mejor base y principio de los pueblos en esas regiones. Allí se van reuniendo indígenas dispersos, los que jamás se hubieran agrupado sin el apoyo del misionero y la escuela fundada y sostenida por él. Saben muy bien los salvajes que el misionero no será su patrón ni su dueño, sino su padre cariñoso, que los protegerá contra todos los abusos de que son objeto en muchos lugares, donde no hay más autoridad ni otra ley que la de la fuerza bruta. Como Fundador y Superior de las misiones de Santo Domingo del Urubamba y Madre de Dios, recurro al Supremo Gobierno para pedirle los apoyos necesarios para la conservación y progreso de las misiones de estas regiones”.
No se limita a exponer sus quejas, también propone detalladamente una serie de soluciones, que pasaban por la creación de una fuerza de policía en el Departamento del Cuzco para que vigilara los valles y protegiera a los indígenas y que se castigara a los que realizaran correrías (saquear e destruir), despojándoles de sus prisioneros. En cuanto a los liberados, se procuraría su educación, entregando los niños a los misioneros, y las niñas y mujeres, a las religiosas.” Ramon Zubieta, defensor dos Nativos (ver pág. 194 do livro frei R. Zubieta)
El Fundador, para mí, era un “Siervo y servidor” (un hermano servicial) entre los hermanos, como prueba de ello, durante su visita a San Domingo de Chirumbia, permaneció una temporada, llevando todo el peso del cuidado de la misión, sabiendo prácticamente cuántos afanes debe ocupar al misionero cada día y cada noche. La escuela, la catequesis de adultos, el trabajo en el campo, la atención a los animales domésticos, las continuas peticiones de los indígenas …. En todo tiempo y lugar siempre ha tratado de consultar con sus religiosos en las tareas que la vida en la misión requiere de los misioneros (un fuerte sentido del humanismo, la cooperación, el ser y el hacer con las personas). El Padre Zubieta para mí fue también un gran promotor y defensor de los derechos humanos. Por lo tanto, y según los estudios y escritos de nuestras hermanas (Cecilia Valbuena…), el Padre Zubieta había ido a esa misión en Chirumbia con el firme propósito de cortar los abusos cometidos a los nativos, y su estancia coincidió con una de estas sangrientas “corridas”. Monseñor Zubieta salió de Chirumbia hacia el Cuzco el 2 de enero de 1912, “Cargado de documentos y datos para hacer una denuncia al Gobierno Supremo para cortar o prohibir los ataques que casi a diario se cometen en esa región” (véase la página 197 del libro).
El Prefecto presentó sus recursos a las autoridades, apeló con amenazas al gobierno si no se ponía ningún remedio y no pudo encontrar ninguna solución concreta. Preocupado por el bienestar y el desarrollo de las comunidades, el Prefecto Apostólico de Santo Domingo de Urubamba y Madre de Dios concibió su labor de evangelización como algo más complejo que administrar los sacramentos a los nativos o proporcionarles algunas nociones transformadoras mínimas. Por formación y por convicción, aprovecha este llamamiento de las autoridades para colaborar con ellas en el conocimiento del territorio y “mejorar las comunicaciones” dentro del mismo. En su intenso informe, destaca un párrafo:
“Tres cosas, creo que son esenciales por ahora:
- Disposición del camino de Paucartambo a Coñispata hasta la confluencia de Tono.
- Poner en esta ruta cuatro posadas con dos estafetas, que se encargarán de la conservación del camino.
- Coloca un teléfono de la granja de Asunción al pueblo de Paucartambo”.
El Gobierno Supremo aplaude la iniciativa y el Presidente de la República, en su mensaje a las Cámaras, menciona el trabajo realizado por la Prefectura Apostólica. Sin embargo, esta construcción también ha despertado enemistades y contradicciones, porque la comunicación rápida en el interior no le convenía a todo el mundo. Los exploradores de los indios y los dilapidadores de las riquezas de la selva temían que a partir de ahora se les sometiera a una mayor vigilancia. Expresaron su enemistad haciendo responsable al Padre Zubieta de la muerte de algunos trabajadores que habían sido víctimas de la malaria. Siguieron varias otras acusaciones, calumnias (como despilfarro económico, malversación de dinero) basadas en la envidia. Incluso se le acusó de ocuparse del trabajo impropio de un misionero al que el P. Prefecto reacciona diciendo: “El deseo de abrir estas puertas para buscar la conquista de los innumerables indígenas que pueblan estas selvas desconocidas, es lo que me ha llevado a buscar la apertura de caminos y establecer una rápida comunicación entre este Departamento y las regiones del interior”.
Hombre prudente, organizado y previsor, lo tenía todo registrado y documentado, y en las acusaciones y calumnias que sufrió, utilizó estos documentos para su defensa y para probar con todas las pruebas la falsedad de las acusaciones (ver p. 19 del folleto sobre el P.) Las autoridades reconocen su incansable trabajo en la línea de comunicación y por los buenos resultados y la economía de la red de obras, le encargan que amplíe las líneas para comunicarse con Cuzco. Su iniciativa significó que poco a poco se fueron colocando postes, cables y torres con alambres hasta llegar a la misma frontera boliviana.
Hombre temeroso de Dios, no se inclina, sino que va con el corazón preocupado por la calumnia y el deseo de afrontar la acusación y defenderse, permitiendo así al juez reclamar su completa inocencia. Esta capacidad de resistencia, “terquedad” en el buen sentido de la palabra y convicción en lo que quería hacer en defensa de los más pobres para garantizar sus derechos y restaurar su dignidad como seres humanos, es lo que más me ha marcado de la vida del Padre Fundador y es lo que me ha inspirado y motivado en mi trabajo por los Derechos Humanos en el Instituto de Ciudadanía Mosaiko con los dominicos y con las comunidades pastorales. Todo por un mundo mejor, un mundo más justo sin discriminación.
Hermana Francisca Imaculada
Angola