Este día de la eliminación de la violencia en contra de las mujeres nos lleva a la reflexión y al cuestionamiento, ¿Qué estamos haciendo como Misioneras Dominicas para prevenir este flagelo? Nos sentimos desafiadas a la escucha, la contención y el acompañamiento a las mujeres con las que compartimos y que sufren o han sufrido violencia. Nos invita además a ser agentes de no violencia, y ser valientes en la denuncia, a tejer redes entre nosotras y generar una postura más activa.
Los datos que nos entrega ONU mujeres son alarmantes y dolorosos:
Una de cada tres mujeres en el mundo sufre violencia sexual o física, en su mayoría, por parte de su pareja. La violencia contra las mujeres y las niñas constituye una violación de los derechos humanos.
243 millones de mujeres y niñas han sufrido violencia física o sexual por parte de la pareja en el último año.
Desde que se desató el brote de COVID-19, los nuevos datos e informes que presentan quienes están en primera línea revelan que se ha intensificado todo tipo de violencia contra las mujeres y las niñas, sobre todo, la violencia en el hogar.
Es la pandemia en la sombra que crece en medio de la crisis de la COVID-19 y necesitamos un esfuerzo colectivo general para detenerla. Dado que los casos de COVID-19 siguen sobrecargando los servicios de salud, los servicios esenciales –como los refugios y las líneas de atención en los que se atiende a quienes padecen violencia en el hogar– han alcanzado el límite de su capacidad. Es preciso redoblar los esfuerzos para que enfrentar la violencia contra las mujeres pase a ser una prioridad en las medidas de recuperación y respuesta a la COVID-19.
En este sentido, sobre todas las personas recae una cuota de responsabilidad.