Todos santos y pecadores porque Dios nos ama por lo que Él es y no por lo que nosotros somos, hacemos o dejamos de hacer. En todos está la luz y la sombra. En todos está el potencial para el bien y también para el mal.
No podemos ser santos en este mundo porque entonces habremos llegado a la perfección y ya no tendríamos que hacer en la tierra, se habría terminado las posibilidades de crecer, seríamos ángeles.
La santidad es descubrir a Dios que ya vive en nosotros, y vivir desde ese centro con todo lo que somos, acogiendo con paz nuestra realidad.
Las personas santas no saben que lo son, simplemente los otros lo ven porque se sienten aceptados, acogidos y amados, tal y como son.
Las bienaventuranzas nos enseñan que por encima de cualquier dolor triunfa la vida, el bien, la alegría, el amor. Cuántas “buenas noticias” hay ahora mismo y no se dicen. La pandemia puede ser un tiempo de oportunidades para muchos, tiempo de encuentro con nosotros mismos y los demás, de solidaridad, de interiorización. Y de descubrir a Dios presente en todo y en todos.
“Ser santo es descubrir el amor de Dios que nos llega sin mecernos y