CUATRO CLAVES PARA COMPRENDER EL CONFLICTO MAPUCHE
- Hnasmdro
- agosto 24, 2020
- Experiencias MDR
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Arauco tiene una pena
Que no la puedo callar
Son injusticias de siglos
Que todos ven aplicar
Nadie le ha puesto remedio
Pudiéndolo remediar
Levántate, Huenchullán
(Violeta Parra)
Las injusticias de siglos que sufre el pueblo mapuche es una deuda histórica que tiene el Estado Chileno con las comunidades mapuches. El derecho a vivir en su propia tierra, el tener representación política en el Congreso, el ser reconocidos, el poder vivir en paz, el tener sus propias políticas de desarrollo en su territorio, es una situación que ningún gobierno le ha puesto remedio, más bien han establecido la política de la confrontación, persecución, prejuicios, ya que son muchos los intereses de los empresarios forestales en estas tierras. Creo que son muy interesantes estas cuatro claves que señala Paula Molina en un especial para BBC News Mundo, aquí sólo una síntesis.
1.El origen del Estado
Según la académica mapuche Verónica Figueroa Huencho, post doctorada del Centro para Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Stanford y profesora en la Universidad de Chile, la primera explicación es histórica y radica en el modelo europeo con que se creó el Estado chileno.
“Desde el principio, el Estado de Chile se construye sobre un ‘ideal’ de homogeneidad que no considera a los pueblos indígenas, olvidando nuestra cultura, nuestra lengua, nuestro sistema de representación. Y así por 200 años”, plantea Figueroa.
“En Chile no hay Estado plurinacional, no hay cumplimiento activo de pactos internacionales, no hay respuesta a derechos específicos ni colectivos, ni participación política para indígenas. No se ceden escaños en el Congreso, no se crea un Ministerio. No hay voluntad de cambiar las estructuras”, sostiene.
“La actual Constitución dice que la soberanía recae en ‘la nación’, sin mencionar a otros pueblos. Si la Constitución es homogeneizante, entonces todo lo demás lo es. Es difícil encajar las demandas de pueblos indígenas en un Estado que sigue actuando en la lógica de los años 50: lógicas de entrega de becas, beneficios, programas específicos”, agrega.
- Las tierras y los intereses económicos
Un avance importante en el tema indígena se produjo en 1993, cuando durante el gobierno de Ricardo Lagos se aprobó una ley que aborda el problema de la tierra, uno de los puntos clave del conflicto. Entre otras cosas, la legislación establece subsidios para adquisición y regularización de terrenos, cómo velar por la preservación y difusión del patrimonio arqueológico, histórico y cultural indígena o la implementación de programas interculturales en salud y educación, entre otros aspectos.
Desde la formación del Estado chileno en el siglo XIX, los indígenas fueron perdiendo sus terrenos, en muchos casos, a través de prácticas poco claras o derechamente engañosas.
“El modelo chileno descansa en la explotación de recursos naturales, y buena parte de ellos están en la Araucanía. Cuando tienes una matriz productiva que descansa tanto en los recursos naturales, y esos recursos están tan en pugna como en las demandas indígenas, afectas intereses. Por eso en esta discusión surge con tanta fuerza este otro actor, que es el empresarial”, opina Figueroa. “Los derechos colectivos que se debaten a nivel internacional de los pueblos originarios plantean que deben generarse consultas para un desarrollo económico o de producción en territorio indígena”, indica.
Más que ser los indígenas opositores al desarrollo económico, lo que solicitan es un equilibrio entre la producción económica y los recursos naturales, porque son finitos, agotables, y en ese ámbito, si no se regulan, a las generaciones a futuro habrá una crisis medioambiental y alimentaria”, sostiene el historiador Fernando Pairican, postdoctorante del Centro de Estudios Interculturales Indígenas de la Universidad Católica.
Pese a la gran cantidad de recursos naturales que tiene la región, la Araucanía tiene uno de los niveles de pobreza más altos de Chile.
- Falta de diálogo, racismo y desconocimiento
“Nunca ha habido interculturalidad en Chile. Esta nación chilena sabe de indígenas lo que aprendió en alguna asignatura en el colegio, pero no estamos presentes en nada más. No nos conocen. Los libros escolares tradicionalmente nos han tratado como un grupo de personas que existimos en algún momento en el pasado. Se plantea que no tenemos conocimiento, que no estamos en lógica de modernidad”, describe la académica.
“Y a eso además le sumas los prejuicios, los estereotipos, las burlas que se hacen de nuestros apellidos, la descripción de indios, salvajes, curiches. Hay un racismo escondido, una cosa inconsciente que se asoma en distintas expresiones: ‘se te paró la pluma’, o ‘qué indio’, cuando alguien se enoja… Hay una identidad indígena que no encuentra espacio en Chile, pero que hoy, está diciendo: quiero recuperar mi lengua, mi identidad y desde aquí quiero hablar”, agrega.
- La violencia
La violencia en la zona, que es evidente en el creciente despliegue de recursos policiales y se vive en atentados incendiarios, cortes de ruta, allanamientos o enfrentamientos, es un aspecto que radicaliza las posturas y el debate político en el país.
Córdova, líder ancestral para su pueblo, pide cumplir seis meses de su condena en arresto domiciliario. En solidaridad con su demanda y acusando la existencia de presos políticos, se realizó la toma de los municipios.
En medio de este ambiente, la tensión se ha intensificado en la zona a niveles tan álgidos como los que suscitó en 2018 la muerte del comunero mapuche Camilo Catrillanca, quien recibió un disparo policial mientras se encontraba sobre su tractor.
“La violencia lo que hace es que conflictúa toda conversación. En el tema indígena en Chile, siempre hay que ver quién pesa más: si el Ministerio de Desarrollo Social o el Ministerio del Interior (a cargo de la seguridad). La violencia hace que siempre pese más la mirada de Interior, independiente de quién esté en el cargo, reflexiona Aninat.
“Y eso complejiza todas las otras cuestiones en las que se podría avanzar más rápido. Porque, nuevamente, nos vamos a la mirada de seguridad, delincuencia, orden público, y además, con un pasado muy marcado por el uso de la Ley Antiterrorista (contra los mapuches), lo que ha generado condenas a Chile por la Corte Interamericana… Yo creo que la violencia te frena ciertas conversaciones que se podrían dar de otra forma, que permitirían avanzar más rápido”,
Según los resultados de la misma encuesta del CIIR ya mencionada, una amplia mayoría de los mapuche (más del 70%) rechaza la violencia y no justifica los ataques incendiarios, ni el uso de armas entre agricultores, ni el uso de la fuerza policial para disolver protestas.
“Descartemos extremos: aquí no hay una guerra civil entre grupos étnicos. Aquí hay un conflicto que no se ha resuelto bien, con denegación de derechos históricos, pero que podría tener una salida plenamente institucional que ha sido bloqueada por ciertos actores”, sostiene Millaleo.
“En los conflictos étnicos, cuando no hay soluciones durante largo tiempo, aparecen situaciones de violencia. Surgen actores que dificultan las salidas pacíficas, porque alimentan la visión del conflicto, de que hay un enemigo interno, legitimando además la violencia por el otro lado. Eso no es nada nuevo. Es un obstáculo, pero no es algo que no se pueda cambiar”, plantea.
Según dice, “si hubiera mejores liderazgos en los grupos políticos chilenos, en la sociedad civil chilena, apoyados por mejor calidad de liderazgos en el mundo indígena, esto lo podríamos resolver”.
“Hay una militarización constante en lo que el Estado define como “zona de conflicto”: allanamientos en comunidades, persecución a dirigentes políticos, niños que viven y crecen bajo esta lógica. Y por supuesto hay una reacción que pasa por el uso de mecanismos de corte violento: corte de caminos, incendios. Pero es un error atribuir a la cultura mapuche rasgos de violencia”, añade la académica.
¿LA SALIDA?
“Los sectores mapuche que creen que vamos a salir de esto solos, afirmándonos como mapuche en contra de los chilenos, y dando la espalda a los chilenos, están profundamente equivocados respecto a la correlación de fuerzas y a los vínculos históricos que han existido”, dice.
Y agrega: “Más bien el camino es el que nos abre el proceso constituyente. Ahí está la posibilidad de cambiar las instituciones fundamentales que no están funcionando, de constituir al país como plurinacional, reconocer los derechos indígenas, empoderar a las regiones para que los chilenos, que no se sienten indígenas, también tengan mejores opciones en la zona sur.”
“No podemos seguir invisibilizados. Hay que educar, definir qué tipo de sociedad queremos y los mapuche tenemos derecho a participar en esa definición: qué significa libre determinación. El proceso constituyente es un espacio interesante para avanzar en la discusión”.