¡NO IMPORTAN LAS CIRCUNSTANCIAS… TE DECIMOS QUE SÍ!

Nosotras Angélica Gómez (mexicana) y Onelia López (guatemalteca) queremos compartirles lo que ha significado profesar nuestros votos temporales en la Congregación Misioneras Dominicas del Rosario, en estos tiempos de pandemia. Ha sido un acontecimiento en donde nos hemos sentido acogidas, acompañadas y fortalecidas por Dios y por todas las Hermanas de la Congregación.

Desde nuestro primer llamado, en este caminar con Jesús a lado de nuestros hermanos y hermanas nos dimos cuenta de que somos mujeres con toda una historia y riqueza familiar y cultural, invitadas a ser don para los y las demás. Con esta experiencia profunda de encuentro con Dios, decidimos dar nuestro SÍ para vivir los consejos evangélicos desde el Carisma Congregacional.

La celebración de nuestros Votos temporales ha estado marcada por la incertidumbre, uno de los sentimientos característico de este tiempo. Primeramente, estaban previstos celebrarlos en la comunidad donde es originaria Onelia, en San Francisco del municipio de San Miguel Chicaj del departamento de Baja Verapaz, Guatemala. Elegido por ser una comunidad de pueblos originarios, opción con la que nos sentimos identificadas. Las hermanas encargadas ya habían ido a coordinar con la comunidad local y la familia; sin embargo, por las restricciones del confinamiento establecidas en el país tuvimos que asumir que no sería posible celebrarlos en la comunidad prevista, por lo que, desde un discernimiento comunitario, optamos por un plan “A”, una celebración más interna con y en la comunidad de la zona 9. Los días iban pasando y las restricciones aumentando, es por ello que en vista de que el país estaba con restricciones de cierre de fines de semana teníamos un plan “B”, celebrarlo sólo con nuestra comunidad en El Limón.

La dolorosa realidad de la pandemia nos golpeaba día a día, e iba llenando de un nuevo matiz y sentido nuestra consagración, invitándonos una y otra vez a quedarnos con lo fundamental de nuestro Sí, lo cual fue haciendo que la preparación de la liturgia, junto a nuestra comunidad, estuviera marcada por la esperanza, la alegría, la sencillez y significatividad. En todo momento nos sentimos apoyadas directamente por las hermanas del país y faltando una semana se nos confirmó la posibilidad de celebrarlo de manera presencial con las hermanas de la zona 9, lo que nos llenó de alegría.

La misma realidad, nos impidió invitar a personas cercanas a nosotras; hermanas, familiares y amistades que tenían previsto acompañarnos, no les fue posible hacerlo, así como mucha gente que hemos conocido en los lugares donde hemos compartido la vida y misión en Guatemala.

Fue una situación que en un primer momento nos causó preocupación y tristeza, sin embargo, Dios siempre sorprende y en la realización de este acontecimiento, descubrimos y reafirmamos la alegría y la gracia de un Dios que nos acompaña y se manifiesta en mediaciones y rostros concretos.

El día de la celebración constatamos la expresión de Dios en muchas hermanas de la congregación, familiares, amistades y otras personas que a través de los medios online y redes sociales nos acompañaron.

Comenzamos con mucha alegría pues ¡Había llegado el gran día! En la procesión de entrada nos acompañó la hermana Pilar Baratech, como referencia de las primeras misioneras que llegaron a tierras guatemaltecas.

El mensaje central de la Liturgia de la Palabra enfatizaba la misión recibida por parte de Dios y en el envío para hacerla realidad en el pueblo sufriente: “He visto, he oído la opresión de mi pueblo y he bajado a liberarlos.” (Ex. 3,4-10). “El señor me tomó y me dijo ve y profetiza.” (Amós 7,12-15). “Seguir a Jesús es buscar sus huellas hoy en el camino histórico.” (Fragmento del libro “una mujer que hace historia” Nieves Campión). “Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día.” (Juan 1 ,35-39). Con base en estos textos la homilía fue enriquecida con la participación de varias hermanas de la provincia y del Padre Jesús Rodríguez IM.

Quisimos integrar en la celebración litúrgica algunos elementos de nuestra identidad maya, manifestando la riqueza de la cosmovisión que como   pueblos originarios tenemos, heredada de nuestros ancestros y ancestras; así como la riqueza de la diversidad de la Congregación fruto de la inculturación del Evangelio.

El ofertorio, en el altar inspirado desde la espiritualidad maya acogía desde los cuatro puntos cardinales: En el este, dónde día a día nace el sol, nos ofrecimos como símbolo de nuestra entrega y compromiso.  En el Oeste, caída y descanso del sol, ofrecimos el rostro del mundo sufriente. En el Norte, lugar de la sabiduría y de las y los ancestros, ofrecimos a nuestras hermanas mártires, junto a ellas a M. Ascensión Nicol y Mons. Ramón Zubieta, ejemplos de testimonio en el seguimiento a Jesús.  En el Sur, donde nos regocijamos de la generosidad y abundancia de la madre tierra y de la vida de las personas, presentamos un tejido, que simbolizaba nuestro caminar. En el centro, lugar donde se represente el corazón del cielo y el corazón de la tierra, ofrecimos el pan y el vino como centro de nuestra fe cristiana.

Los cantos elegidos eran expresión cantada de lo que este acontecimiento significaba en nuestras vidas y a la vez buscaban avivar la esperanza cimentada en la experiencia de un Dios que se revela en medio de la incertidumbre, el desconcierto, el dolor y la impotencia.

Para concluir el compartir de nuestra experiencia podemos decir, que nos sentimos profundamente agradecidas con Dios y con todas y todos los que hicieron posible que la celebración sea vivencial y llena de detalles que quedaron grabados en el corazón y acompañarán nuestro caminar como discípulas misioneras por el Reino.

Angélica Gómez y Onelia López

Guatemala.

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