“Recibirán la fuerza del Espíritu y serán mis testigos”. Jesús asciende al cielo y nos envía a ser sus testigos, pero antes nos da lo más necesario e importante: la fuerza del Espíritu. Esta fuerza que no hay que buscarla fuera sino dentro, esa fuerza que está en nuestro hogar interno como fuego esperando ser descubierta para alentar su llama.
“Vaya y hagan discípulos a todos los pueblos”
El ir hacia los demás es hacer discípulos de Jesús, a llevar a la gente el mensaje de amor de Dios. Pero a veces buscamos discípulos y seguidores de nosotros mismos, de nuestras ideas e ideales. En lugar de anunciar a Dios nos anunciamos a nosotros mismos.
Galileos ¿qué hacen ahí plantados mirando al cielo?
También corremos el riesgo de quedarnos como los discípulos mirando al cielo sin darnos cuenta que Dios está en el que vive a mi lado, que no hay que ir a ningún lugar para encontrarlo.
Jesús ascendió al cielo (se puede decir que teológicamente los sinónimos de cielo son: bueno, amor, Dios). Entonces, ascender al cielo significa identificarse total y plenamente con Dios. Descubrir que Dios Espíritu se me ha dado totalmente, y está en mí para llevar a cabo esa obra de amor con los demás.