Jesús nos salvó viviendo

La Buena Noticia Mt. 26, 14-27

En la pasión y muerte de Jesús hay varios aspectos que no nos quedan tan claros, pero lo que no podemos seguir pensando es que Dios exija la muerte de su propio hijo para perdonar nuestros pecados.

El Dios que nos mostró Jesús no necesita ni sacrificios, ni sangre, ni muerte para perdonar nuestros pecados. La muerte de Jesús no fue ni exigida, ni programada, ni permitida por Dios. Tampoco en la pandemia actual tiene nada que ver Dios. Dios nunca desea nuestro sufrimiento ni nuestra muerte. Dios no nos ha “mandado” este virus, como lo interpretan algunos desde una imagen equivocada de Dios. Lo único que sabe hacer Dios es amar y dar vida, y en su amor no cabe el dolor de nadie.

La muerte de Jesús en la cruz no fue un paso obligatorio para llegar a la vida. Jesús murió por ser fiel a Dios, no porque Dios le envió a morir por nosotros, Dios no enviaría a su hijo a morir. Dios le envío para que diera a conocer su amor, y esto le costó la vida a Jesús.

Jesús quiso mostrarnos que seguir amando como Dios nos ama es más importante que conservar la vida biológica.

En este tiempo tan difícil, descubramos la presencia de Dios en el sufrimiento y dolor de nuestros hermanos, de los que han perdido a sus seres queridos, y ni siquiera han podido enterrarlos, ni ser abrazados para consolarlos.

Miremos a Jesús padeciendo en los hospitales y en las calles junto al personal de salud, al ejército, policías, personal de limpieza y todos los que trabajan para cuidar nuestra vida.

No nos lavemos las manos como Pilato frente a la necesidad de los demás, no neguemos a nuestro amigo como Pedro. Si colaboramos todos saldremos adelante. Todo pasará y resucitaremos con Jesús y volveremos a bailar en las plazas, pero ya no seremos los mismos, viviremos con mayor profundidad y sentido, y nos amaremos más.

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