Amen a sus enemigos
La Buena Noticia Mt. 5, 38-48
El amor al enemigo es lo que más nos cuesta y es lo que más hizo Jesús. Y es lo que nos tiene que identificar con él. Jesús no nos está pidiendo que no hagamos justicia, sino más bien que luchemos con todas nuestras fuerzas contra la injusticia, pero lo tenemos que hacer sin violencia, lo tenemos que hacer desde el amor y el respeto, para que el “agresor” se dé cuenta que al hacernos daño se está haciendo daño también a sí mismo, y esto le llevará a cambiar de actitud.
Amar al enemigo es fruto de un proceso de maduración, en el que tomamos conciencia que “todos somos uno”, lo feo que vemos en el otro, también hay en nosotros, por lo tanto, no hay enemigo. Tomemos un ejemplo: en el mar hay olas grandes y pequeñas, al llegar a la orilla, las olas pueden encontrarse con la roca o la arena. Contra la roca, la ola, estallará en mil pedazos, contra la arena se encontrará suavemente. Entonces los que pretender que nos enojemos, siempre van a estar ahí, pero la manera de encontrarnos con ellos, siempre va a depender de nosotros. Tú puedes ser piedra o arena. Recordemos que la roca y la arena están hechas del mismo material, solo cambia su presentación. Rodríguez dice: “El otro llega a ti como ola. Si eres roca, sentirás su impacto y saltarás por los aires. Si eres playa, te empapará con suavidad y volverá a su mar”. No amamos a los demás porque son buenos, sino porque queremos amarlos. La fuente y razón del amor sale de nosotros. Cuando consideramos enemigo a alguien ya no es posible amarle, y la armonía con todos es lo que daba mucha paz y alegría a los místicos.