“Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

La Buena Noticia Jn. 1, 29-34

En el evangelio pecado es la opresión de una persona a otra. En la época de Jesús lo que se consideraba ofensa a Dios, era una maniobra para oprimir al débil, a los que eran considerados impuros y pecadores. Jesús quita este pecado viviendo el servicio, la humildad, la pobreza, el amor incondicional.

Quizá la opresión es el mayor pecado. Jesús nos liberó enseñándonos a no oprimir a nadie y a no dejarnos que nadie nos oprima. Jesús nos salvó quitando de su propia vida toda opresión que impida la plenitud del ser humano. Nos abrió el camino de la salvación, ayudando a todos los oprimidos a salir de su opresión, diciéndoles: “eres libre, sé tú mismo, no dejes que nadie se aproveche de ti. En tu verdadero ser nadie podrá afectar, si tú no te dejas.

Jesús fue libre siempre, frente a todo, incluso a su familia y amigos. No tenemos que oprimir a nadie de ningún modo, tampoco dejar que nos opriman; más bien, tenemos que ayudar a todos a salir de cualquier tipo de opresión.

Hoy Jesús no puede quitar la injusticia ni parar la destrucción que estamos causando a nuestra madre tierra, somos nosotros los que tenemos que hacerlo.

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