Todas las familias son sagradas. La familia cristiana es la que mejor nos puede ayudar a alcanzar nuestra plenitud humana, porque es dónde se puede tejer las relaciones más profundas. Pero también puede ser utilizada para oprimir y someter en vez de estar al servicio de todos sus miembros.
Los evangelios no hablan de un modelo de familia, se valora el que existía. Jesús no sancionó ningún modelo de familia, igual que no determinó el modelo de religión u organización política. Jesús predicó sobre las actitudes que deberíamos tener, y enseñó que las relaciones deben ser desde el amor. Todo lo que favorezca al bien de los demás y al nuestro, es válido.
Más tarde se adoptó el modelo de familia romano con todos sus defectos:
– No contaba para nada el amor: lo decidían las familias según conveniencias económicas o sociales, sin tomar en cuenta para nada a los que iban a comprometerse.
– La mujer al unirse al hombre se quedaba anulada: sin derechos ni deberes jurídicos.
– El fin del matrimonio eran los hijos: porque se necesitaba gente para sumar los ejércitos.
A nosotros, nos queda preguntarnos qué familia queremos, o qué familia estamos construyendo.
Las primeras lecciones de humanidad que recibió Jesús, fue en el seno de su familia, y la base de todo conocimiento y práctica, fueron las sagradas escrituras. Nosotros tenemos el ejemplo de vida de Jesús, narrada en los evangelios, ¡qué más podemos pedir!
“No nos olvidemos que es Dios el que se hace hombre en Jesús, porque solo así podremos hacernos conscientes de lo que Dios está haciendo en nosotros”. Y esta es la Buena Noticia que nos aportó Jesús.