Celebramos el primer domingo de adviento e inició del año litúrgico, y se nos invita a preparar un tiempo y un lugar para escuchar y descubrir a Dios que ya está en nosotros. Es el tiempo de dejar las comilonas y borracheras y buscar respuestas a las situaciones difíciles que está viviendo el mundo, sin que estas realidades nos quiten la esperanza de hacer posible un mundo más humano. Debemos aferrarnos a la utopía de que “otro mundo es posible” y esta esperanza se fundamenta en que Dios no nos puede abandonar, ni retirar su oferta de plenitud.
Esta esperanza no es para el futuro, sino para el presente. Estar despiertos nos ayudará a caminar hacia la plenitud. Quizá estamos más despiertos para todo lo terreno, lo material. Para descubrir a Dios aún seguimos dormidos.
El adviento nos ayuda a ver con claridad el sentido de nuestra existencia, y para ello, todo tiempo es adecuado, somos nosotros los que tenemos que ponernos en esa tarea. Dios se nos da en todo momento y está viniendo en todo momento, sólo si estamos despiertos nos daremos cuenta de su presencia. Él es nuestra esencia y está esperando ser descubierto.