El más allá
La Buena Noticia Lc. 21, 5-19
Nuevamente se nos invita a reflexionar sobre el más allá. Y quizá lo que más curiosidad nos da es el cómo será y el cuándo, no tanto el mensaje porque todos estamos esperando algo, por lo difícil que nos resulta encontrar a Dios total y pleno en el aquí y ahora de nuestra vida. De todas maneras, el día final es el día de alegría, de felicidad, de luz. Pero nuestra idea de un Dios juez y castigador hace que esperemos este día con temor y temblor.
En el génesis nos dice que al final de la creación, Dios vio todo lo que había hecho y era muy bueno. Nosotros nos empeñamos en ver todo malo, hacemos noticia solamente de lo malo. La maravilla, lo hermoso, el milagro de cada día nos cuesta percibir y agradecer.
El pecado, el dolor, la muerte no son fallos de Dios, son parte de nuestra naturaleza. La salvación no consiste en que Dios nos libre de esas limitaciones, sino de darnos cuenta de que Él está siempre con nosotros y que con todo lo que somos podemos alcanzar la plenitud. Tenemos que preocuparnos por todo lo que en el mundo anda mal y que es por culpa nuestra. Estamos causando demasiado daño unos a otros y eso sí que es horrible. Vivimos de la mentira, el engaño, la corrupción, desde los más pequeños hasta los más altos dirigentes. Siempre que podemos sacamos algo a nuestro favor, en ideas, en privilegios, en los trámites que hacemos, en cosas materiales, en puestos de trabajo, etc. Y ni siquiera nos cuestionamos, y hasta nos consideramos más listos que los demás. No olvidemos que cada acción trae su premio o su castigo. No nos preocupemos demasiado por lo que pasa en el mundo, sino por cómo nosotros hacemos las cosas. Obremos desde el amor pues toda obra buena se transforma en energía positiva para la humanidad, porque como lo dijo el Papa Francisco “todo está conectado”, todos somos uno. Y Sólo el amor es más fuerte que la misma muerte.