“Lázaro quería saciarse de lo que tiraba el rico, pero nadie se lo daba”. Siempre habrá un Lázaro en nuestra puerta, no lo ignoremos

La Buena Noticia Lc. 16, 19-31

Esta parábola en ocasiones lo hemos interpretado mal y el mensaje que se le ha transmitido a los pobres es: aguanta, sufre, no te preocupes que luego, en el más allá, el rico arderá en el infierno y tú habrás encontrado la felicidad. Lo mismo puede pasar con Mt. 25, 34-46, que muestra a un Dios que premia y castiga en el más allá, como solución a las injusticias de aquí en la tierra.

Jesús muestra cariño por todos los que necesitan LIBERACIÓN, pobres y ricos. Jesús descubre que la riqueza acumulada y no compartida impide entrar en el reino, pero no excluye a nadie, sino que muestra una actitud abierta y de acogida. Jesús propone compartir los bienes como fruto del amor que nos une. Los ricos tendrían que dejar de acaparar y los pobres dejarían de ser pobres,

y esto haría mejores personas a ricos y pobres. Y si los ricos dejan de acaparar bienes, estos llegarán enseguida a los pobres. Jesús no nos pide que solucionemos el hambre del mundo, sino que dejemos de poner nuestra confianza en las riquezas.

Para que nuestro compartir sea desde el amor cristiano auténtico, tenemos que hacer el bien a alguien que no va a poder pagarnos, porque si no, es un amor con interés, y éste es fruto del egoísmo.

Es verdad que los ricos no se consideran hermanos de los pobres, pero tampoco los pobres se consideran hermanos de los ricos. Por ello la invitación de Jesús es a vivir el amor verdadero que implica el reconocimiento del otro como hermano querido.

“El único pecado que existe es olvidarnos de la persona que nos necesita”. El grado de acercamiento a Dios es el grado de acercamiento al otro, al necesitado.

Compartir esta publicacion