Dios nos está llamando siempre, pero desde dentro, Dios no viene de fuera exigiéndonos, y menos como un ladrón. No busca entrar en nosotros, sino salir a nuestra conciencia y manifestarse en nuestras relaciones. Se nos invita a estar despiertos, no porque puede llegar el juicio, cuando menos lo esperemos, sino porque tomar conciencia de lo que somos exige una atención profunda de nuestro propio ser. El TESORO está “escondido”, y hay que “ahondar” para descubrirlo.
Cuando se descubre que el tesoro es Dios, el miedo se nos va, no hay lugar para el temor y el amor toma su fuerza. El Dios que Jesús nos ha mostrado, no es el que me hará favores cuando me porte bien. El Dios de Jesús es regalo total, incondicional y permanente.
Cuando se descubre que el tesoro es Dios, el miedo se nos va, no hay lugar para el temor y el amor toma su fuerza. El Dios que Jesús nos ha mostrado, no es el que me hará favores cuando me porte bien. El Dios de Jesús es regalo total, incondicional y permanente.
Nuestra preocupación por el “más allá”, nos impide vivir el presente. Vivimos como en una sala de espera (incómoda), sin disfrutar lo que tenemos en el “aquí y ahora” donde es posible alcanzar la plenitud, porque si tengo a Dios lo tengo todo.
Nuestra tarea es descubrir el tesoro, y lo demás llegará solo. El Reino de Dios está escondido en nuestro corazón.