A veces ponemos nuestras seguridades en las cosas materiales, pero lo único que nos hace felices es ahondar en nuestro propio ser para cumplir el propósito de nuestra vida que es VIVIR, vivir felices. En el evangelio el Rico piensa que el acumular las riquezas le dará felicidad, se olvida que la necesidad más profunda y esencial, sólo la llena Dios. Recordemos a San Francisco y Santo Domingo que siendo ricos renunciaron todo y fueron las personas más felices del mundo, sin poseer nada material.
Tener más o menos cosas no nos hace más humanos. Nuestro problema es que mientras más necesidades satisfacemos aparecen otras y otras, por lo que no hay un límite. La tarea sería que logremos ir disminuyendo cada día las necesidades. No es que esté mal conseguir las cosas materiales y mejorar el nivel de vida, Dios nos ha dado todo y nos da inteligencia para ello. El problema está cuando lo hacemos de manera egoísta. La pobreza material no la quiere Dios, tampoco nos quiere ricos a costa de la miseria de otros.
La sociedad nos invita a ser ricos, Jesús nos invita a ser felices, porque ya somos ricos. La pobreza es elegir en cada momento lo que es mejor para cada uno, sin afectar a los demás.